ME DUELE RUMANIA
Sexo desafortunado en la obra de Jude
El largometraje más reciente del rumano Radu Jude (durante el año pasado y éste filmó un puñado de cortos, de los cuales los dos más recientes pudieron verse en la última edición del DocBsAs) aúna las que hasta el momento han sido sus líneas creativas más notorias: las del realismo urbano en tiempo presente, que asoma como fondo en sus dos primeras ficciones –la sátira La chica más feliz del mundo (2009) y la increíble locura familiar en tiempo real de Todos en mi familia (2012)–, la revisión de lo que podría llamarse “la historia criminal” de su país y el discurso sobre la relación entre realidad y representación. La que señalo como “segunda línea” se inauguró en 2015 con el film de ficción Aferim! –sobre el esclavismo y racismo anti-gitano de comienzos del siglo XIX– y continuó con el dueto documental integrado por La nación muerta (2017) y La salida de los trenes (2020), sobre el antisemitismo rumano que hizo eclosión durante la Segunda Guerra, y alcanzó su cénit con la matanza de judíos cometida en 1941 en el frente oriental, con 10.000 civiles muertos como saldo.
Ese episodio dio lugar a su vez a No me importa si pasamos a la historia como bárbaros (2018), primero de sus films de ensayo, donde un equipo cinematográfico se planteaba cómo ponerlo en escena, mientras que en Uppercase Print (2020) Jude reconstruía la detención de un muchacho por parte de la policía secreta de Ceausescu, superponiendo dos líneas narrativas: la lectura de informes oficiales, en off, y en on la puesta de una obra de teatro basada en ese caso.
Bucarest 2021
Sexo desafortunado o porno loco está dividida en tres partes, que representan de modo matemático esas tres líneas creativas. El caso que la película trata (no me pude informar sobre si en verdad sucedió o si es ficcional) es el de una maestra de primaria que graba junto a su marido un video porno y lo sube a una red para adultos. El video se filtra y se hace público, con el consiguiente escándalo, sobre todo al interior de la comunidad educativa. Tras la reproducción del video a cámara, la primera parte muestra el estado de ansiedad que consume a la protagonista, Emi (Katia Pascariu), siguiendo los largos y urgentes recorridos que hace a pie a través de Bucarest, durante el día en que el video acaba de hacerse viral. Jude le da tanta importancia a la figura (Emi) como al fondo en que esa figura se inscribe (un día en Bucarest).
Incluso pone el fondo en primer plano, mediante una serie de cortas panorámicas, en las cuales la cámara abandona a la protagonista para mostrar los signos de la Bucarest contemporánea. La Bucarest moderna, la Bucarest post-Ceausescu, la Bucarest capitalista. Carteles publicitarios, marcas, supermercados, shoppings, locales de videogames, afiches de promoción de candidatos políticos (su inclusión como parte de esta serie habla por sí sola). Y también, ahora sí al fondo, como un vestigio del pasado, la Bucarest de Ceausescu, representada por esos grises monoblocks que vimos tantas veces en tantas películas rumanas. Al dar a la ciudad ese rol de coprotagonista, Jude pone Loony Porn en la línea de aquellas “sinfonías de ciudades” que estuvieron de moda a fines del mudo y comienzos del sonoro, cuya campana de largada fue, justamente, Berlín, sinfonía de una ciudad (1927) Lo que a Jude le interesa mostrar, más que el hormigueo urbano, es la ciudad como signo de la violenta reconversión política de su país, del comunismo al capitalismo.
En las dos partes siguientes volverá primero hacia atrás, a la historia reciente de su país, para regresar luego al presente. Un presente que deja ver ahora, entre las grietas, sus continuidades con esa historia, burbujeando por detrás de la fachada de país “moderno”.
Diccionario breve
La segunda parte de Bad Luck Banging (la llamo alternativamente de las dos maneras porque me encantan por igual ambos términos del título) está en línea con La nación muerta y La salida de los trenes: imágenes de archivo sobre distintos momentos de la historia rumana y un discurso paralelo, que esta vez no tiene lugar en off y que en la copia que vi aparece en subtítulos. Pero no hay subtítulos en rumano, por lo cual no sé cómo será el original. El título de esta segunda parte es “Diccionario breve de anécdotas, signos y maravillas”. Lo cual habla de dos cosas: el tono irónico que jaspea la película y del cual voy a hablar más abajo, y el carácter de “entradas” de un diccionario (de anécdotas, además) que se les atribuye a estas imágenes discontinuas, cada una de las cuales está presidida por el título respectivo, de carácter tan neutro como puede serlo un diccionario.
Esas imágenes van desde un desfile militar de tiempos de Ceausescu hasta un sketch berreta con una chica desnuda en un estudio, pasando por alguna escena breve de violencia urbana (violencia que aparece también en la primera parte, y que es bastante común en el nuevo cine rumano en general) y una particularmente impactante, en la que un grupo de monjas canta, frente a un pope ortodoxo, una canción que canta las bondades del nazismo. Lo que se oye en off son, de acuerdo a lo que consta en créditos, citas de los escritores y pensadores más diversos, rumanos y no: Emil Cioran y Bertolt Brecht, Ambrose Bierce y Pierre Bourdieu, Walter Benjamin y Witold Gombrowicz. Acá pasa una cosa: me cuesta mucho seguir la clase de película que trabaja la imagen y el sonido de forma asincrónica. No puedo partir mi cabeza en dos. Sobre todo si el off son textos. Por otra parte, en este caso me confieso incapaz de relacionar esas citas con la obra de sus respectivos autores, como para poder establecer conexiones fluidas de sentido.
Lo que sí estoy en condiciones de sacar en limpio de esta segunda parte, sobre todo en relación con la obra previa de Jude y con lo que viene en la tercera y última, es que las fotos aluden sobre todo (aunque no solamente) al pasado colaboracionista durante el nazismo, al antisemitismo rumano, al racismo contra los gitanos, al apoyo eclesiástico al gobierno colaboracionista, a la tradición de represión sobre sus ciudadanos que le cupo al ejército, desde las revoluciones de 1848 hasta fines del régimen de Ceausescu.
Escatología fantástica
La tercera parte de Sexo desafortunado representa la convergencia de las dos anteriores, bajo la forma de un juicio que la comunidad educativa le hace a la docente del video. El juicio tiene lugar en un jardín, con Emi y su barbijo (me había olvidado de decir que en Loony Porn todo el mundo anda con barbijo; algo bienvenido, ya que el cine post pandemia no había asumido hasta ahora el presente en el que estamos) frente a padres y madres de alumnos, que como en tiempos de la Inquisición y sin que la idea de “respeto por la vida privada” les pase siquiera por la cabeza, la maltratan e insultan, desplegando todo un arsenal de groserísa.
Entre los padres, algunos protestan contra la “dictadura pandémica” (esto me suena conocido), otros se indignan ante la libertad de la que gozan los homosexuales, muchos deliran una posible conspiración comunista (el macartismo más paranoide parece haber cobrado nueva vida en Rumania), un militar reivindica con orgullo el pasado nazi y la matanza de judíos, y algún otro concentra todo eso como aquello contra lo que hay que reaccionar: el comunismo, los homosexuales, los judíos y los gitanos. Obviamente este fragmento no pretende ser documentalista ni mucho menos, sino que aspira a poner en escena, de modo visiblemente excesivo, la peligrosa supervivencia de una Rumania ancestral, la misma que desfilaba entre las las imágenes de la segunda parte.
Si la primera parte de Loony Porn combina el realismo con el documentalismo, y la segunda adscribe a la forma libre de un film-ensayo, esta última está jugada a un grotesco muy grotesco, expresión de furia contenida hacia su país por parte de Jude, que en el final deriva en una suerte de escatología fantástica furibunda y feísta, para llamarla de alguna manera. Por otra parte, tanto la disposición espacial (Emi está sentada sobre una suerte de escenario, frente a un público enemigo) como la iluminación, llena de tonos verdes, rojos y amarillos, resaltan el carácter de representación teatral, inscribiendo esta secuencia en lo que catalogué como “tercera línea creativa” del autor, la que apuesta por el metalingüismo.
Tres carteles sucesivos, que plantean tres posibles finales para la secuencia y la película, acentúan el carácter lúdico, haciendo hincapié en la condición de “broma”. Lo cual es en verdad un subterfugio, una mascarada, ya que Jude habla en Bad Luck Banging de cosas graves, que le importan mucho. Este juego de máscaras había sido anticipado ya por los títulos irónicos y la tipografía juguetona de los carteles que anuncian cada una de las tres partes, así como por la utilización de música disonante (“Lili Marlene” como fondo del video porno) o chirriante, con fragmentos de canciones populares que hacen daño a los oídos.
Si bien en la obra de Jude Rumania apareció siempre como una tierra enemiga, no hay en ella antecedentes de la rabia y la ferocidad que animan Sexo desafortunado o porno loco, a la cual se me ocurre comparar con ese vómito cinematográfico que fue la extraordinaria Getting Any?, de Takeshi Kitano.