Hay que decirlo de entrada, tener como protagonista a una comediante tan genial como Amy Schumer ya tiene una gran ventaja, lástima que aquí ella no es la autora del guión, que pertenece a los directores Abby Kohon y Marc Silvestre. El nudo de la cuestión es una chica de físico redondeado, una gordita bella que sufre porque no se parece a las admiradas y ultraflacas modelos que admira. En su intento por emularlas va a un gimnasio donde primero la humillan y se cae, y en un segundo intento vuelve a caer, las dos veces por exceso de peso. Pero esta vez se golpea muy fuerte la cabeza. Cuando reacciona y se mira en el espejo, ella se ve como hubiera soñado ser, aunque no cambio nada. En ese punto la película saca la mejor parte: de esa mujer hiper segura, que camina llevándose el mundo por delante, que conquista a su novio, que se atreve a un concurso de bikini, que se ofrece como recepcionista de la empresa donde trabaja (hasta ese entonces se desempeñaba en un sótano) que lo consigue y hasta se impone con sus opiniones en una estrategia empresaria. Ahí es donde el film es regocijante, arranca risas y sonrisas, Amy seduce y divierte al espectador. Esa personalidad arrolladora que pierde con otro golpe y que luego intenta recuperar con un discurso new age sobre la seguridad, embarra lo logrado con humor. Porque ideológicamente el supuesto “empoderamiento de la mujer” en esta ficción es una verdadera pavada de cuarta. Es más, cuando se ve divina la protagonista desprecia a sus amigas nerd. Ahí es donde la película hace agua, en sus conceptos de femineidad triunfadora y en ese final aleccionador del “tú puedes con un poco de seguridad…” Mención aparte merecen Michelle Williams como su empresario con voz espantosa y la insegura linda animada por Emily Ratajkowski.