Amy Schumer es uno de los nombres ineludibles de la comedia norteamericana contemporánea. Desde su programa Inside Amy Schumer ha tematizado cuestiones de género a través de versiones aumentadas de sus desventuras sexuales, siempre en un tono que va entre lo desaforado y lo guarro, entre la crítica venenosa y la ordinariez más revulsiva. Era la actriz ideal para esta comedia romántica que apuesta por romper la asociación entre éxito y belleza. El resultado, sin embargo, tiene gusto a poco.
La protagonista se llama Renee Bennett. Su vida no es precisamente color de rosas, con un trabajo administrativo poco motivador y una autoestima por el piso que la vuelve invisible -o al menos eso siente- ante los ojos de los hombres. Las cosas cambian cuando un accidente deje como secuela un cambio de percepción. Así, después de un golpazo en la cabeza, Renee se siente más linda que nunca. Y lo suficiente segura para conseguir trabajo como recepcionista en una importante marca de cosméticos.
Rápidamente entrará en escena un interés romántico que arma el rompecabezas completo de este film que alterna chistes con reflexiones sobre sentirse bien y en armonía consigo misma. Pero a medida que avanza el metraje -y ni hablar en su último cuarto, cuando Renee descubre que las lindas también sufren por amor- Sexy por accidente olvida la comedia para volverse un manual de autoayuda. Una pena.