Hay películas cuya fuerza es tan poderosa que incluso consiguen superar las debilidades que puedan tener sus intérpretes. Cualquier película de la vieja serie B es un buen ejemplo de cómo sortear esos obstáculos: desde la rubia promesa de scream queen de Bésame mortalmente de Aldrich al afectado George Brent de La escalera caracol de Robert Siodmak. El clasicismo está lleno de esos nados a contracorriente. A veces, ocurre al revés: un actor o una actriz no tienen la película que se merecen. Eso es un poco lo que le viene pasando a Amy Schumer. Su personaje y estilo, que brillaban con gracia y soltura en la serie Inside Amy Schumer terminan empantanándose en películas previsibles y convencionales que se hacen pasar por modernas y progresistas.
Sexy por accidente no es la excepción. La historia de la belleza como falsa utopía y la autoestima como ardua conquista se encapsula en un periplo con tufillo a receta de autoayuda, lleno de gags destemplados y poco sugerentes, que logran cierta gracia impulsados por la inagotable energía de Schumer. Hay sí dos méritos de los guionistas y directores Abby Kohn y Marc Silverstein: entender que la destreza de Schumer es el centro de su modesto universo y convertir al personaje de Michelle Williams en uno de los mejores chistes en lo que va del año.