Una película centrada en las fragilidades de estos tiempos para apelar al debate
Película-escándalo desde el preciso instante en que se estrenó en la competencia oficial de la Mostra de Venecia de 2011, esta nueva apuesta del director británico Steve McQueen (quien ya había impactado con su ópera prima Hunger) se propone como una despiadada e implacable exploración de la sexualidad, del consumo, de la descontención y de esa angustia que corroe el alma, síntomas todos que definen a estos tiempos modernos.
Audaz y perturbadora, esta suerte de Ultimo tango en París del nuevo siglo está predestinada -por la explicitud, la carnalidad de sus imágenes- al debate cinéfilo y, también, a la discusión apasionada en muchos otros terrenos.
Michael Fassbender (ganador de la Copa Volpi al mejor actor en Venecia por este trabajo) interpreta a un ejecutivo irlandés radicado en Nueva York con una incontenible, desesperada compulsión (adicción) al sexo. Mientras seduce a diestra y siniestra en bares y glamorosas fiestas de Manhattan, contrata prostitutas de lujo, consume todo tipo de pornografía en revistas e Internet o corre a los baños de su oficina para masturbarse, es incapaz de establecer mínimos contactos emocionales, ni siquiera con su conflictuada y sensible hermana (una Carey Muligan que se luce además como cantante), quien aparece de forma sorpresiva en su loft, o con una compañera de trabajo con la que intenta sin suerte iniciar una relación afectiva.
McQueen -quien además es un consagrado exponente del arte contemporáneo más vanguardista- prescinde de explicaciones psicológicas tranquilizadoras y sabe cómo impactar, fascinar, provocar e irritar al espectador. Su cine, trabajado en muchos pasajes con largos y virtuosos planos-secuencia, es siempre elegante, aprovecha muy bien las locaciones neoyorquinas y nunca deja de fascinar, aunque también resulta por momentos algo frío, distante, calculado y manipulador.
Más allá de las aristas discutibles que tiene Shame, en lo cinematográfico, tanto por su despliegue visual como por la imponente interpretación de Fassbender, el saldo es favorable. En lo ideológico o moral, claro, el debate queda abierto a las diversas interpretaciones y sensibilidades de los espectadores. Bienvenido sea, pues, un film que abre tantas posibilidades de análisis en un universo cinematográfico tan cerrado, muchas veces chato y casi siempre previsible.
LA CADENA CINEMARK NO EXHIBIRÁ EL FILM
Shame, sin reservas se estrena hoy en la Argentina con limitaciones, debido a que la cadena Cinemark no la incluyó en la programación de sus complejos de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
Según la distribuidora del film, el hecho es consecuencia de una resolución de alcance global tomada por la empresa en su sede central de Estados Unidos. "La cadena internacional Cinemark decidió no proyectar en ninguna de sus salas alrededor del mundo la película Shame, sin reservas, debido a las escenas de contenido erótico que el film posee", indica el comunicado divulgado ayer por Diamond Films.
La decisión limitó en apenas tres copias el lanzamiento de la película. En vez de las 18 previstas originalmente, circularán 15 copias de Shame, sin reservas, que se exhibe desde hoy sin problemas en el resto de los complejos multipantalla (Hoyts, Showcase, Village) y en las otras cadenas de exhibición cinematográfica de la metrópoli.
Ante las consultas de La Nacion, la filial local de Cinemark no hizo ayer ningún comentario. La única declaración oficial de esa compañía a propósito del tema se conoció en diciembre de 2011, cuando Shame, sin reservas se estrenó en Estados Unidos, sin que pudiera verse en las salas de esa cadena, la tercera en magnitud dentro del mercado norteamericano.
Allí se dijo que la política de Cinemark es no exhibir títulos con la calificación NC-17, que corresponde allí a "films de contenido adulto que incluyen violencia, sexo, comportamientos aberrantes, consumo de drogas y otros elementos que los padres consideran demasiado fuertes para ser vistos por sus hijos".