Brandon, Sissy y el círculo de baba
El realizador Steve McQueen nos sumerge a partir de Shame, Sin Reservas (2011) dentro de una historia sobre las degradaciones psicológicas a través del descenso a los infiernos de un hombre que encuentra en el sexo la escapatoria a su calvario personal.
Brandon (Michael Fassbender) es un treintañero al que le cuesta mantener una relación comprometida. Adicto al sexo, su rutinaria vida transcurre entre prostitutas, pornografía por internet, masturbaciones frecuentes y algún que otro trago con algo de cocaína. Su vida se verá perturbada cuando su hermana Sissy (Carey Mulligan) se instale repentinamente en su casa invadiendo su más íntimo y lujurioso santuario. Desde ese momento Brandon iniciará un viaje al lado obscuro de su pasado que lo conducirá por un presente sin retorno.
Steve McQueen, que nada tiene que ver con el fallecido actor, ya había mostrado en su ópera prima Hunger (2008) un estilo cinematográfico controvertido en el que la exposición del cuerpo humano desnudo estaba en función de lo que se contaba y no como elemento erótico. En Shame, Sin Reservas sigue utilizando los cuerpos pero en este caso lo que está en función del relato es el deserotismo aunque para muchos sea una película erótica. Por más que los desnudos totales funcionen como un protagonista más dentro de la trama, se los muestra desde el tormento mental y no desde el placer corporal.
El actor alemán Michael Fassbender (Un método peligroso, 2011) logra una composición magistral de ese hombre tosco y apático incapaz de generar identificación con el espectador. La exposición de su cuerpo desnudo y las escenas de sexo casi explicitas serán un juego de niños si las comparamos con la psicología de su mente y el calvario interior por el que atraviesa. El sexo y la desnudez serán la forma que el director utiliza para mostrar que un cuerpo es sólo el vehículo externo mientras que la violencia está en la desnudez interna no en lo externo.
Si hay algo por lo que molesta Shame, Sin Reservas, más que la exposición de los cuerpos desnudos, es por la música como elemento de subrayado para ciertas escenas que no lo necesitan y que serían más potentes si sólo se dejara a las imágenes actuar por si solas, sin remarcar ni intensificar la carga dramática.
Shame, Sin Reservas es un viaje de ida sin regreso, es un círculo del que ninguno de sus personajes puede salir airoso, no porque no puedan sino porque no quieren hacerlo. Una pesadilla laberíntica a la que uno está invitado a formar parte como un voyeur de la mente humana, a pesar de que se empiece por el cuerpo.