Tras diez años de libertad viviendo en San Francisco, el pasado viene a buscar a Shang-Chi (Simu Liu) para obligarlo a enfrentarse con el destino del que pretendía escapar: su propia historia e identidad.
Durante un milenio, el conquistador Xu Wenwu (Tony Chiu-Wai Leung) dirigió su ejército de guerreros y asesinos sin que nadie pudiera hacerle frente. La leyenda de los Diez Anillos que le dieron el poder de la inmortalidad y una gran habilidad en el combate tomó muchas formas, pero sOlo él podría confirmar cómo y dónde los consiguió.
Durante todo ese tiempo, los utilizó para mantener bajo su control a gran parte del mundo conocido: primero por la fuerza directa, más tarde por métodos más sutiles. Pero lo que ningún ejército logró en mil años lo consiguió Li (Fala Chen), guardiana de la puerta de acceso a la mítica aldea de Ta Lo, que primero lo derrotó en combate y luego se ganó su corazón.
Con ella, Wenwu encontró lo que le faltaba; abandonó sus planes de conquista para dedicarse a formar una familia y criar a Shang-Chi y su hermana menor Xialing. Fue feliz por algunos años, pero la paz dura poco para personas con tanta sangre en su historia. Veinticinco años más tarde ya no queda nada de esa familia; Li ha muerto, Shang-Chi y Xialing abandonaron a su padre y Wenwu nuevamente está decidido a arrasar con Ta Lo. Lleva años reconstruyendo su ejército y sabe que sus hijos guardan el secreto de su madre para encontrar la puerta.
La leyenda de los Diez Anillos se tomó un descanso, pero todavía no está terminada.
Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos: más que artes marciales.
Ante el desafío de presentar a un personaje nuevo y muy poco conocido para el público masivo, la decisión de ignorar gran parte de todo lo anterior y apuntar solo para adelante le dio margen al director, Destin Daniel Cretton, para concentrarse exclusivamente en contar su propia historia sin tener que preocuparse mucho por hacer conexiones laterales.
Así, sin respetar a rajatabla una historia previa, tampoco cede al temor de ofender a una horda de fans por detalles como el de fusionar a dos personajes en uno para moldear al villano de Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos, quizás uno de los puntos más altos de una película donde varios personajes secundarios están más y mejor desarrollados que su protagonista. Esto puede sonar extraño y hasta fallido respecto a lo que estamos acostumbrados a ver, pero no lo es tanto si tenemos en cuenta que esa mirada menos individualista es algo bastante común en el cine chino de artes marciales, de donde Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos visiblemente toma muchas de sus influencias.
Una de las críticas más repetidas hacia el cine de Marvel es justamente hacia sus villanos, quienes suelen ser apenas caricaturas chatas sin mucho interés, puestas para no quitar la atención de un héroe carismático. Es exactamente lo contrario a lo que sucede en Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos, pues casi parece la historia de Wenwu contada desde la perspectiva de su hijo. A lo largo de los distintos momentos de su vida, Shang-Chi solo reacciona ante las acciones de su padre, que es quien realmente empuja la historia hacia adelante y tiene una motivación real para lo que hace.
Mientras tanto, Shang-Chi comparte su camino con su hermana, su amiga incondicional Katy (Awkwafina) y su tía Ying Nan (Michelle Yeoh), acompañantes que no están a entera disposición del lucimiento del héroe sino que tienen sus propios conflictos o misiones que resolver a lo largo de la película. El resultado es justamente que el protagonista se luce menos de lo habitual en este tipo de propuestas, pero es discutible si eso es necesariamente algo malo (difícil no relacionarlo con el tan fallido como forzado intento de vendernos a Iron Fist como un personaje interesante o carismático) siendo que el resto del elenco balancea y completa la narración de Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos de forma satisfactoria.
No deja de ser un producto masivo de Disney, por lo que Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos se siente en la obligación de explicar partes de su mitología de una forma que probablemente no haría si no tuviera impuesto el clásico pánico del estudio a dejar a alguien afuera, un problema recurrente en la franquicia que muchas veces le quita tiempo al desarrollo de la historia en sí y termina requiriendo de cierto abuso de las coincidencias para resolver problemas y justificar cameos. Aunque son dos cuestiones presentes, ninguna de las dos estorba lo suficiente como para ser un gran problema y la película logra mantenerse fiel a su concepto principal sin tener que hacer todo extremadamente explícito.
Como es de esperarse, la acción y los combates cuerpo a cuerpo son una parte fundamental, con coreografías que combinan diferentes estilos de artes marciales que incluso hablan de la esencia de algunos personajes (no es casual que alguien con el carácter de Li utilice el tai chi como forma principal, mientras Wenwu refleja su furia en cada movimiento) pero que en general evitan caer en las versiones más etéreas del cine que toma como referente, salvo cuando tiene una necesidad narrativa. Algunas de estas escenas de acción no son muy originales (toda la secuencia en andamios de bambú es tan trillada que hasta parece una referencia en tono de broma) o extienden un poco más de lo que deberían y demoran la llegada al enfrentamiento final, pero en conjunto Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos nunca llega a sentirse estancada o aburrida. Y, en el fondo, es lo que menos se le podría perdonar a un producto de este tipo.