Hacía falta una renovación en el Universo Cinematográfico de Marvel. No solo no tanto de caras, tras las series que estrenaron en Disney+, sino que no estaría mal que se viera una película en la que uno sintiera más o menos lo mismo que con las primeras, hace ya poco más de una década.
O sea: una de acción, y que si tiene artes marciales y viene con el combo de las fantasías de influencia asiática, que sea una como Marvel y Dios mandan.
Palo y a la bolsa.
Eso es Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos. Que como toda película que irá a iniciar una saga propia, necesita una presentación del personaje, su compañero/a de ruta, algún dilema moral -en el caso, enfrentamiento con su padre, que lo culpa por la muerte de su esposa, o sea de la madre del protagonista-.
Lo que nunca, pero nunca debe faltar es la intriga.
Y el humor.
Y el despliegue.
Y las ganas de ver más.
¿O acaso ir a ver una de Marvel no supone sumarse a un viaje divertido?
Todo eso se cumple con la primera producción de Marvel en la que los roles protagónicos están cubiertos por actores y personajes de origen asiático. Shang-Chi es un joven que niega su destino. Vive en San Francisco, es valet parking de un hotel de lujo y se hace llamar Shaun. Allí trabaja con Katy, un personaje al que Awkwafina sabe y puede darle todos sus colores (alegría, desfachatez, compañerismo y, hasta llegado el caso, sensatez).
Unos tipos decididamente malos -uno en vez de un brazo, ya verán lo que tiene- abordan a Shaun en el bus. Quieren su colgante, lo que origina una de las muchas y muy bien logradas secuencias de acción, con el autobús fuera de control, y nuestro héroe peleando como no podíamos imaginarlo.
Hijo de tigre
Es que Shaun (a estas alturas, Shang) es hijo de un inmortal, que tiene en su poder los diez anillos del título, lo que le dan un poder extraordinario. En el cómic original, dicen los que saben, el padre de Shang no era otro que el Dr. Fu Manchú. Aquí, y ahora, le dicen Mandarín, y lo interpreta la estrella asiática Tony Leung. Shang tenía una hermana (Meng’er Zhang), a la que no veía desde hace años, que también tiene ese colgante.
Todo se irá desarrollando con extrema fluidez, pero, y parece que hasta en las películas de Marvel se cuela un pero, cuando la trama se mete más de lleno en la historia mitológica, digamos, en la última media hora, ese impulso con el que venía la película, no es que decaiga, no, pero como que queda en stand by.
Bueno, lo demás, mejor lo ven en el cine, y si es en una pantalla bien, bien grande -el IMAX la estrena este jueves-, seguramente será mejor.
Simu Liu tiene un ángel, un carisma que al personaje central le cae como “anillo” al brazo, más que al dedo. ¿Estamos ante una nueva estrella del cine? Muy probablemente.
Hay algún que otro personaje que vimos en otras películas de Marvel -no se vayan cuando termine la acción, porque la escena postcrédito se las trae-, y si los personajes pelean y desafían la gravedad, no es grave. Todo lo contrario.