Shaun, la oveja, al igual que todas sus compañeras, está cansada de hacer el mismo trabajo en la granja todos los días.
Por lo que decide tomar un día libre con el propósito de lograr hacer eso, tiene que asegurarse de que el agricultor no se de cuenta del cambio, deben engañarlo, dormirlo a él, y distraer a su fiel perro guardián.
Pero la situación se desvirtúa. Imprevistos de todo orden hace que sucedan más hechos de lo que pueden manejar.
El granjero termina expulsado de la granja y cae en la gran ciudad. Nada es como era antes, por lo que las ovejas irán arrepentidas a su rescate.
Una confusión con el criador, una caravana y una cuesta muy empinada, todos ellos conducen a la gran ciudad, y le toca a Shaun y al rebaño para volver a todos salvo a la hierba verde de la casa.
Construir una historia con la técnica de animación llamada Stop-Motion no es sencillo, si bien sigue la línea de Wallace Gromit” y “Pollitos en fuga” (2000) en cuanto a la necesidad de trabajar con el humor, “Shaun el cordero: La película” se diferencia de sus predecesoras, pues lo que se instala aquí es la plenitud y vigencia del humor físico, como en la época del cine silente, con Charles Chaplin, Buster Keaton, Stan Laurel, y Oliver Hardy, pueden ser reconocidos en cada personaje a partir de los detalles de su presentación, construcción y posterior desarrollo.
De estructura lineal sencilla, los personajes no hablan, ni necesitan hacerlo, buena parte es ganada por los temas musicales, una lastima que no sean traducidas las letras, ya que las mismas van contando los temas inherentes a lo que se está viendo en pantalla.
Al mismo tiempo, y casi constantemente, la música incidental juega como inter- textualidad sobre la imagen, claro que es un guiño para la gente mayor.
Este es un filme que se va a estrenar tarde en relación a las vacaciones de invierno, sobre todo por el público al que apunta, los niños. Pero no deja de ser una bocanada de aire fresco.