Pura diversión y ternura, sin una palabra
Después de dos largometrajes magistrales como Pollitos en fuga (2000) y Wallace y Gromit - La batalla de los vegetales (2005), las siguientes películas de Aardman Animation no habían logrado llegar a esas cimas: ni Lo que el agua se llevó ni Operación regalo ni ¡Piratas! Una loca aventura transmitían esa consistencia, esa alegría animada (la que más lo hacía era Lo que el agua se llevó). En mayor o menor medida, las tres evidenciaban un estancamiento, cierto facilismo y apego a fórmulas ajenas. Para peor ofrecían más animación digital y menos stop-motion.
Si bien el personaje de Shaun ya aparecía en el corto ganador del Oscar Wallace & Gromit: Una afeitada al ras (A Close Shave, 1995), la serie protagonizada por la oveja en cuestión fue creada en 2007 por el fundamental Nick Park, director de ese y otros cortos de Wallace & Gromit y también de Pollitos en fuga y La batalla de los vegetales. La llegada de la película de Shaun el cordero pone otra vez a Aardman en su noble camino, disfrutable y encantador, en el cine. Aardman vuelve a invitarnos a un mundo que logra ser mullido a pesar de estar hecho de arcilla: estamos otra vez en la plenitud física del stop-motion, en sus dimensiones palpables, en su atractivo espacial.
Shaun quiere un día libre y las cosas no salen tal como fueron planeadas. Y junto al granjero, el perro Bitzer y el resto de las ovejas terminarán en la ciudad. El film va encadenando de una manera tan artesanal, tan cariñosa, tan sólida las peripecias que no es justo contar más detalles argumentales. Los directores y guionistas Burton y Starzak no se ven afectados por llevar el mundo de Shaun de una serie a un largometraje. Hay coherencia y, sobre todo, hay cohesión: hay unidad en la acción, en la lógica, en el humor. Y el humor recupera lo mejor de Aardman: esa capacidad para hacer chistes principales y secundarios, en segundo plano o incluso en una esquina del encuadre. Porque aquí todo en la imagen es aprovechable, es una delicia, es una posibilidad de regocijo. El diseño de las calles, del campo, de cada criatura (ese perro dientudo), las referencias al mundo actual (el teléfono que no carga la foto, uno de esos chistes brevísimos), todo aporta brillo a esta aventura con humor que sabe que un cuento eficaz depende menos del frenesí que de la gracia y del ritmo. Ah, y todo esto sin necesidad de diálogos, con notoria capacidad para la progresión narrativa y para aprovechar cada gesto moldeado por las manos de animadores asombrosos. Las perspectivas para el futuro del cine y del mundo serían mucho mejores si el gran éxito animado del año hubiera sido Shaun -ya estrenada en decenas de países- y no los Minions.