En 2019 se estrenó «Shazam!», una película basada en este adolescente que de la noche a la mañana obtiene poderes y se convierte en un superhéroe en su forma adulta, teniendo que aprender no solo a controlar sus nuevas habilidades sino también adaptarse a la adultez.
A pesar de no ser una figura tan elemental dentro de DC, los resultados del estreno fueron bastante logrados, tanto a nivel venta de entradas como desde las críticas, ya que nos propuso una historia divertida, llena de humor (algo que en su momento se alejaba un poco de lo que proponía la compañía de tramas más oscuras y serias) y con personajes entrañables en sus dos versiones.
Este año se estrenó su secuela, «¡Shazam!: La furia de los dioses», donde Billy y sus hermanos adoptivos todavía están aprendiendo a manejar sus poderes y equilibrarlos con sus vidas de adolescentes. Pero cuando las Hijas de Atlas, un vengativo trío de antiguos dioses, llegan a la Tierra en busca de la magia que les robaron hace mucho tiempo, se van a ver envueltos en una batalla por sus poderes, sus vidas y el destino de su mundo.
En esta oportunidad nos encontramos con un film a mayor escala, principalmente en cuanto a sus escenas de acción y enfrentamiento entre héroes y villanos, que se puede apreciar en su mayoría hacia el final de la historia, con un gran uso del CGI, con la incorporación de animales mitológicos y la destrucción del lugar, que está bastante bien realizado y un logrado despliegue de producción.
Sin embargo, la historia no nos ofrece nada demasiado novedoso o creativo. Más allá de que tenemos un buen trío de villanas conformado por Helen Mirren, Lucy Liu y Rachel Zegler («Amor sin barreras»), dos pesos pesados de la industria y una figura en ascenso, que ponen en peligro al protagonista, siempre se caen en las mismas justificaciones o tramas de base.
A pesar de eso, el carisma del elenco, el humor inocente y las escenas de acción logran atraparnos lo suficiente como para hacernos pasar un momento grato. Además, mientras que en la primera entrega el protagonista aprende a usar sus poderes y hallarse en su nuevo cuerpo, ahora tiene una crisis de identidad, donde se siente un impostor y no encuentra su lugar en el mundo. Es así como ahonda un poco en la identidad, la importancia de la familia y en cómo nuestras acciones repercuten en los demás y en el mundo en el que vivimos.
Zachary Levi hace un buen trabajo y se sigue asentando en su rol, pero también Jack Dylan Grazer como Freddy Freeman, su mejor amigo, continúa siendo uno de los mejores personajes de la historia, conservando su lugar en el film y teniendo un gran espacio para desarrollarse, incluso por momentos puede llegar a tener más protagonismo que el propio Shazam.
En síntesis, «¡Shazam!: La furia de los dioses» es una película que cumple con lo que se propone pero que no nos brinda mucho más que entretenimiento. En un momento en el cual el cine de superhéroes está completamente estancado, que muchas obras ya nos ofrecen más de lo mismo y la fórmula está más que agotada, este film no viene a ser la excepción. Los personajes son carismáticos y las escenas de acción están bien resueltas, pero no propone nada nuevo. Para los que la vean, sepan que tiene dos escenas post-créditos que no se pueden perder.