Shazam!

Crítica de Ana Manson - Libria

SHAZAM es el nombre del hechicero que le da sus superpoderes a un “campeón” seleccionado por la pureza de su corazón. El elegido es Billy Batson, un chico de 14 años que es adoptado por una nueva familia, después de escaparse de varios hogares. Aunque Billy no es exactamente la definición de un “héroe”, eventualmente va a tener que usar sus nuevos poderes para luchar contra el mal.
Pero mientras tanto, es un pibe normal al que de repente le pasa algo extraordinario y no sabe qué hacer con eso. Su versión adulta (Zachary Levi) es tan despistado como carismático, la elección perfecta para interpretar a un chico en el cuerpo de un adulto. Por suerte cuenta con la ayuda de Freddy (Jack Dylan Grazer), su nuevo hermano adoptivo que sabe todo lo que hay que saber sobre superhéroes. Entre los dos van a ir averiguando de a poco cuáles son sus poderes, por qué los tiene y cómo los puede usar.
Todo con un desopilante montaje de “entrenamiento” al mejor estilo Rocky, pero en tono comedia adolescente, con música pop y referencias al mundo de los cómics. Porque si hay algo que tiene esta película es un meta discurso muy inteligente sobre el resto del universo extendido de DC, sus héroes y lo que significan para la cultura popular. Mientras tanto, el villano de turno hace de las suyas para enfrentar a Billy con un mundo que desconoce tanto como el de la adultez.
El guion juega mucho con el nombre de este nuevo superhéroe (nuevo para la pantalla grande, ya que sus cómics datan de 1939, sólo un año después que Batman y Superman) porque en un principio se lo conoció como Capitán Marvel, título que eventualmente pasó a la “competencia”. Y por una de esas casualidades que tiene la vida, hace muy pocas semanas Marvel Studios estrenó su propia película de Capitana Marvel. Sin embargo, SHAZAM (2019) se despega por completo de la polémica e incluso su protagonista intercambió mensajes en redes con Brie Larson alentando a los fans a apoyar ambas producciones.
Además del impecable timing cómico de esta película, que no deja pasar ninguna oportunidad de hacernos reír con un humor sano y bien llevado, otra de las cosas que la destacan de cualquier blockbuster de superhéroes es su ternura de coming of age ochentosa. Pero no apelando a la nostalgia para crear un golpe de efecto emocional, sino entendiendo las bases del género y usando todos esos recursos para crear una película que parece de otra época, y sin embargo funciona en ésta.
Una película para chicos (adolescentes) que transmite la versión moderna de un mensaje tradicional. Y para grandes, con homenajes a clásicos de una infancia siempre añorada como Quisiera ser grande (Big, 1988) que nos transportan a otra época, en que se hacían otro tipo de películas. Ahí es donde DC le agarró la vuelta, dejando de lado la solemnidad para meterse de lleno en un mundo en que los superhéroes son esa versión inocente de la justicia concebida por sus creadores originales. Sin perder de vista que estamos en pleno siglo XXI, pero cuando vamos al cine a ver una de superhéroes, buscamos escapismo y diversión.