Shazam!

Crítica de Ernesto Gerez - Metacultura

Quisiera ser Marvel

¡Shazam! se puede definir con dos grandes secuencias de montaje. La primera es cuando el héroe (Zachary Levi) quiere conocer con qué superpoderes cuenta; la segunda es cuando se la cree y sale a sacar chapa por su ciudad. La ciudad en cuestión es Filadelfia, cuna de Rocky (1976), película que también hacía de la secuencia de montaje su columna emocional. De todos modos, acá las escenas no aportan épica como en Rocky sino humor. Porque ¡Shazam! es la primera película basada en un cómic de DC que es definitivamente una comedia. Incluso una comedia más pura y de género que los productos híbridos de Marvel. Más allá de que se repita la fórmula del chico común que salva al mundo, en este caso no son chistes metidos a presión en una pelea interminable estallada en CGI, sino que está primero el chiste, el gag, antes que esa historia que en otras películas de superhéroes es central. Como si el pedido del fandom por escenas menos solemnes y más parecidas a las de Marvel haya sido llevado al paroxismo.

Ese espacio fundamental de la construcción humorística ya no como comic relief sino como estructura y organización, la hace -al menos- diferente, aunque sea en un aspecto; logro no menor en este momento de producción mainstream homogénea del cine de aventuras. La otra gran referencia, incluso mayor que la de Rocky, así como su norte narrativo, es Quisiera Ser Grande (Big, 1988), película que a su vez coincidía con el cómic original de Capitán Marvel de los años 40 (luego rebautizado como Shazam) en todo el rollo del niño que se transforma mágicamente en adulto. Acá, como en aquella, el protagonista es un pibe de catorce años (Asher Angel) que gracias a un mago (en este caso no uno de un fichín sino un guardián de la humanidad con la necesidad de jubilarse) pasa de adolescente a adulto; pero en su adultez súbita no enfrentará como en Big los problemas de un yanqui promedio ni será un empleado estrella del sueño americano, sino que será el reemplazo del viejo héroe.

Por desgracia ¡Shazam! no se presta a la comedia anárquica sino que transita el llano camino de lo calculado, el reino del algoritmo y la comedia conservadora. Y, por desgracia también, no sólo se queda en la comedia sino que por el afán de querer ser también una película de superhéroes igual a todas, se rige, sobre todo en la última media hora, por las reglas del ya oxidado nuevo cine de aventuras. Se percibe además una intención de querer explotar todo lo que haya tenido hype en los últimos tres años, en especial aquellos productos de esquema coral -tanto de cine como de streaming- que amontonan referencias ochentosas más con fines puramente estéticos que narrativos.