Enanos sin pistas
Retomando la historia de los enanos de jardín que lucharon para estar juntos, pese a las adversidades y oposición de familias, Sherlock Gnomes (Gnomeo & Juliet: Sherlock Gnomes, 2018) es una película que deambula entre el clásico relato infantil y la ambición de ser un entretenimiento para adultos sin medir las consecuencias.
Así como en la primera entrega el guion se inspiraba en Romeo y Julieta, en esta oportunidad el clásico personaje de Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes, se sumará a la desesperada búsqueda de Gnomeo y Julieta de sus amigos, trazando un relato signado por la tensión y la pesquisa, pero también el desconcierto y el copypaste.
Mientras Gnomeo y Julieta junto a sus respectivas familias se adaptan a la vida en la ciudad, lugar a donde sus dueños han decidido trasladarse, el idilio de la mudanza, con el descubrimiento del espacio y el orden en comunidad, se quebrará por la desaparición de los enanos. Aparentemente el malvado Moriarty (villano que repite), una mezcla de bebé con Michelin, ha trazado un siniestro plan para desaparecer todos los adornos ornamentales de los jardines, entre ellos, los amigos y parientes de la dupla protagónica. Gnomes se sumará a la investigación que iniciarán Gnomo y Julieta para dar con los gnomos y con Moriarty, pero también para descubrir quién está detrás del robo de enanos.
Como pasaba en la anterior película, Gnomeo y Julieta (2011), el realizador John Stevenson (Kung Fu Panda) desanda los caminos del relato con una sólida animación que recurre al 3D para construir visualmente el universo del film. Divide los gnomos en varias clases, y estereotipa a algunos a modo de “pitufos” con personalidades y profesiones. Además apela al conocimiento del espectador para avanzar en una trama que contiene multiplicidad de referencias a la cultura y consumos populares, punto controversial de la propuesta.
El guion multiplica las referencias, pero desplaza a aquellos espectadores menos avezados, en este caso los niños, configurando una estructura dramática compleja que por momentos, entre sus giros e historias tangenciales, determinan un hilo no acorde al contrato de lectura de la película. El guiño en vez de atraer excluye, aun cuando se combina con el humor para desandar los pasos de la investigación, se traiciona al público y una vez que pasa esto, no se puede volver atrás, construyendo una anodina trama sin sorpresas.
La frescura y originalidad de la primera parte se pierde, y excepto algunos momentos de animación en blanco y negro, con líneas simples y 2D, la multiplicación de canciones, la simpleza de resolución de conflictos y la imposibilidad de definir correctamente su espectador, resienten toda la propuesta.
Sherlock Gnomes pese a contar con gags y humor, que resuelven la transición dramática y los giros narrativos, se debilita ante la imposición de una estructura que multiplica las líneas argumentativas, omitiendo concentrarse en aquello que importa, y transgrediendo a su audiencia.