Holmes contra Moriarty en brillante obra de Ritchie
Aunque no intenta ser una adaptación literal, esta secuela del taquillero «Sherlock Holmes» que dirigió Guy Ritchie en 2009 se basa en «The Final Problem», uno de los relatos favoritos de su autor, Sir Arthur Conan Doyle, que lo pensó como una manera de terminar con el detective que lo llenaba de dinero pero le absorbía su vida por completo. En el cuento, Conan Doyle enfrentaba a Holmes con una mente tan o más brillante que la suya, con el mismo don de deducción para adelantar los pasos de su contrincante. El criminal en cuestión, el Profesor Moriarty, era tan malvado e inteligente como para justificar la muerte de Holmes, desaparición que luego el autor no pudo sostener debido a la presión del público y los editores, pero que a él siempre le pareció un final adecuado.
Justamente, si la película anterior de Ritchie era totalmente original, audaz y poco ortodoxa en su aproximación al personaje más filmado de la historia del cine, logrando además que su Holmes fuera el más taquillero entre los mas de 200 a lo largo de las décadas, en esta secuela mejora las cosas al enfrentar la formidable encarnación revisionista de Robert Downey Jr. con un imperdible Moriarty interpretado por Jared Harris.
Pero para llegar al duelo de mentes entre Holmes y Moriarty que se va volviendo más cruento a medida que avanza la segunda mitad del film, primero hay que ocuparse de lo que parece ser el verdadero problema de Holmes: su eterno cmopañero, el Dr. Watson (Jude Law, otro hallazgo de esta saga), se está por casar, algo que al protagonista le parece inadmisible, detalle que potencia aun más la tensa y cercana relación entre el famoso dúo según la visión moderna de Ritchie, quien empieza el film con un tono de vertiginosa comedia de equívocos relacionados con los intentos de Homes por sabotear la boda de su gran amigo.
El archivillano sirve de gran excusa: Holmes, para no dejar escapar a Watson, ya que al pedirle a Moriarty que quite de la ecuación a su compañero, eximido por el matrimonio, lo convierte en el principal blanco elegido por el genial delincuente para amedrentar al único rival serio contra sus planes criminales. Así es como se complica la despedida de soltero, la boda y especialmente la luna de miel de Watson, en la que entre otras cosas aparece un Holmes travesti que arroja a la flamante esposa desde un tren en marcha. La mujer encuentra que no hay un solo Holmes, sino dos, ya que también conoce a Mycroft, el excéntrico hermano de Sherlock que aparece para dar una mano.
«Sherlock Homes, juego de sombras» es un film tan entretenido y espectacular como inteligente, bien actuado, y minuciosamente pensado en imágenes para unir el vértigo visual y la narración con lo que pasa por el cerebro de Holmes. El recurso del film anterior de mostrar cómo se adelantan los hechos en la mente de Holmes para hacerlos que sucedan en tiempo real se repite de modo aun más complejo, ya que en esta ocasión hay otro personaje que también se adelanta a los hechos, lo que conduce todo el film a un antológico partido de ajedrez entre Holmes y Moriarty).
Si bien tiene algunos puntos débiles, empezando por la breve intervención de Irene Adler (Rachel McAdams), que la misteriosa gitana que encarna Noomi Rapace no termina de llenar de forma convincente, esta secuela supera al film anterior en su afán por darle más audacia a esta original variación sobre Sherlock Holmes, moderna pero fiel al espíritu y las obsesiones de Conan Doyle, empezando por la preocupación por la industria armamentista, que desde fines del siglo XIX se preparaba para llevar al mundo a una guerra mundial.
En este sentido, una larga secuencia en la que los esbirros de Moriraty van utilizando todas las nuevas posibilidades en materia de armas. Como éste, hay muchos hallazgos visuales y efectos especiales, pero lo mejor de film de Ritchie sigue siendo el factor humano, empezando por la actuación de Jared Harris que brilla especialmente en momentos ominosos como cuando tortura a Holmes exhibiendo una profunda descripción de la locura.