El elemental Sr. Ritchie
La segunda película sobre el célebre personaje de Arthur Conan Doyle que dirige Guy Ritchie vuelve a bombardear al espectador con una estética de videoclip. Aunque por momentos resulte excesiva, esta entrega aporta una bienvenida cuota de intriga y un toque de humor que la aleja de toda solemnidad.
Ya conocemos la metáfora del perro que se muerde la cola: gira y gira, y cuando consigue un mordiscón se lastima y cobra nuevo impulso para volver a girar y morderse otra vez. Algo parecido ocurre cuando vemos una película de Guy Ritchie, en donde el realizador propone un arsenal de mecanismos posmo (ya suena anacrónico decirlo) que puede generar placer, pero que por momentos no conduce a ninguna parte. En Sherlock Holmes: Juego de sombras (Sherlock Holmes: A Game of Shadows, 2011) hay una tensión entre ese “no ir a ningún lado” y un guión en donde el suspenso se hace presente en buena parte del metraje.
En esta segunda película, Holmes (Robert Downey Jr.), con ayuda de su amigo y aprendiz Watson (Jude Law), sigue los pasos de adversario no menos célebre, el profesor James Moriarty, de quien sospecha como principal impulsor del enfrentamiento entre Francia y Alemania. Que, ya sabemos, desembocó en la Primera Guerra Mundial. Esta premisa le permite desarrollar las reflexiones plenas en lógica que tanta fama le dieron, pero que Ritchie obstruye en buena medida por el sinfín de ralentis, flash forwards, efectos de sonido y demás pirotecnias que –muchas veces- restan efectividad al relato. En otras secuencias más “inspiradas”, el realizador imprime una velocidad apabullante que le da dinamismo al film, produciendo una versión del personaje más que una simple adaptación. Efectivamente, este detective mantiene su leve sesgo exótico, su dandismo y la destreza lógica que lo define. Pero en el cuerpo del gran Downey Jr. consigue una efervescencia y humor que se distancian del “original”.
Otro de los puntos a favor que tiene Ritchie es contar con un puñado de notables intérpretes que, más allá del dúo protagónico, ponen todo su oficio en este excesivo film en donde prima el diseño más que el contenido. Sobresalen Jared Harris como el villano, Stephen Fry, y las actrices Rachel McAdams y Noomi Rapace (la chica de la saga Millenium, interpretando a una gitana).
Sherlock Holmes: Juego de sombras encierra la paradoja de atraer y repeler casi en proporciones idénticas. Todo el tiempo se profundiza sobre esta Londres desangelada de comienzos de siglo, sobre su tono sepia y ambiente conspirativo tan bien definido desde la escenografía y el vestuario. De repente, se transforma en escenario de peleas coreografiadas más propias de un box de Las Vegas. El anacronismo, se sabe, es un mecanismo interesante, que el cine ha sabido explotar –sobre todo- a partir de la estética en los ’90 tan influenciada por Quentin Tarantino. Viendo las películas de Ritchie (en especial ésta), sentimos que el procedimiento se satura, pero lejos de cesar cobra cada vez más impulso. Como el perro que se muerde la cola.