A confesión de partes relevo de pruebas, dice un axioma judicial, y debo confesar que Robert Downey Jr. hace para mí que el star system, funcione a pleno. Este actor vuelve a encarnar con mucha solvencia el personaje creado hace más de un siglo por Sir Arthur Conan Doyle, y sigue vivo gracias a las dotes interpretativas de Downwy Jr., y en algún punto al intento de reescritura desde lo visual por Guy Ritchie, el mismo director responsable de la producción anterior en la nueva saga de Holmes-Watson.
Es verdad que la sorpresa que generó el estilo del realizador inglés en la primera producción pasa hoy a un segundo plano. La utilización casi exagerada de los ralenti, los planos detalles, la anticipación o explicación derivada de los sucesos, o de las posibilidades deductivas del personaje terminan por cansar al espectador, dejan de ser novedosos para transformarse en formula. Comienza ha generarse la necesidad de construir el relato desde otro lugar. En “Sherlock Holmes” (2009) ello estaba instalado y funcionaba de maravillas en la química entre los personajes de Holmes y Watson (Jude Law), pero ahora éste también queda como desdibujado, en ser un partenaire muy superficial que se limita a responder a los requerimientos de su amigo, tal es así que encontramos nada más que una escena en que vuelve a funcionar la química.
Ahora esos impasses, que existen poco, pero existen gracias a Dios, están puestos en el personaje de Mycroft Holmes (Stephen Fry), el hermano de Sherlock, una especie de contrapeso y contrafigura de su pariente, extraordinariamente constituida por éste otro gran actor ingles, pero no es, por supuesto, el antagonista.
Esa figura recae en el Profesor James Moriarty (Jared Harris), que aunque no deja de ser un personaje sin dobleces, el sarcasmo con el que se lo construye y la ironía con la que se presenta le da muy buenos dividendos y beneficios a la narración.
Como no podía ser de otra manera en una producción de entretenimiento, como tal debe contar, además de hombres en pugna o en situación de aventuras, alguna mujer, y para el caso aquí hay tres: la eterna novia imposible de Sherlock, Irene Adler (Rachel McAdams) que, lamentablemente, en el doble sentido de actuación y belleza, desparece rápido de pantalla; otro personaje femenino es Mary Watson (Kelly Reilly), quien no tiene demasiada incidencia en la progresión dramática de la historia y pasa a ser casi sólo una figura decorativa; por último encontramos a Madame Simza Heron (Noomi Rapace), personaje extraído al parecer de otro tiempo y otro relato, si bien sólo leí una novela de la saga de Sherlock (“El mastin de los Baskerville”), y eso fue el siglo pasado, no parece que esta pitonisa gitana, que concluye siendo una fiel ayudante del detective más famoso, sea una creación del autor de las novelas, más bien parece una licencia literaria de los guionistas de esta historia, pero que su inclusión termina por resultar productiva.
Una de las cualidades de un director es la de poder conformar un buen equipo de trabajo, Guy Ritchie lo hizo, y le dio grandes beneficios el contar en la dirección de fotografía al francés Philippe Rouselot (“El gran pez” 2003 entre muchas otras), al reconocido músico Hans Zimmer (“Lluvia negra”1989) o al compaginador (personaje trascendental dentro del arte del cine) James Herbert (“Libro negro” 2006). Tuvo la fortuna de poder contar con un equipo altamente calificado.
La historia es demasiado sencilla y cumple por conformar un cúmulo de excusas para hacer funcionar al personaje de Sherlock y al desarrollo progresivo de la trama, en el que, como dije antes, el despliegue visual acapara todo el interés.
Corre el año 1891. Una serie de atentados ocurren en Europa. Hay muchos posibles autores, pero el real sólo es descubierto por nuestro héroe, se trata de su eterno antagonista, el Profesor James Moriarty, quien planea todo para provocar un enfrentamiento armado de características globales por el sólo hecho de poder hacerlo. De la pesquisa y la persecución a velocidades inauditas va desarrollándose la historia, saltando de escena de acción a escena de aventura y viceversa.
Entretiene, y eso ya es bastante decir