Planeamiento y ejecución
Se puede tener un plan perfecto, pero al final ejecutarlo mal, apresuradamente, de manera ampulosa y entonces la pregunta es si ese plan era tan perfecto. Con la segunda aventura de Sherlock Holmes intitulada El juego de las sombras ocurre algo parecido a la experiencia de ver un espectáculo de fuegos artificiales: al comienzo uno se deslumbra por esas explosiones en el cielo con sus colores y figuras pero al acabar el ruido sólo queda el olor a pólvora.
Para seguir con la imagen podríamos decir que Guy Ritchie ametralla con pirotecnia durante dos horas pero agota por falta de matices, pausas, transiciones, al punto de preocuparse por contestar casi obsesivamente los cómo de las acciones más que prestar atención a los qué. Algo así como un desfasaje entre tratamiento y argumento que no encuentran el equilibrio esperado.
El film va de mayor a menor con un comienzo prometedor que se encarga de describir el contexto en el que se desarrollará la trama: una Europa asolada por bombas incendiarias de dudosa procedencia; un villano que asesta su primer golpe mortal en el entorno más preciado por Holmes y un desafío a la sagacidad de nuestro héroe, ejecutado con paciencia de araña por el temible Moriarty (Jared Harris), cuya amenaza de sacar de la ecuación a Watson (Jude Law) perturba considerablemente al detective pendenciero interpretado por Robert Downey Jr.
El primer obstáculo que deberá sortear Holmes es el más mundano: Watson está a punto de contraer matrimonio con Mary (Kelly Reilly) y su nueva vida parece alejarlo del ruedo de las investigaciones. Sin embargo, al ser uno de los objetivos del brillante matemático Moriarty queda atrapado en las redes de un juego de ajedrez (había que deshacerse rápido de la molesta esposa para que la historia fluya) siendo la pieza más codiciada. Se suma al equipo otra mujer, la gitana Madam Simza Heron (Noomi Rapace), que lleva tiempo tratando de dar con el paradero de su hermano, quien parece estar involucrado de alguna manera con los perversos planes del profesor M.
A partir de la confrontación entre Holmes y su némesis, el mecanismo de relojería comienza a avanzar acumulando vueltas de tuerca, explicaciones a la velocidad de la luz que en vez de aclarar oscurecen y un sinfín de momentos en cámara lenta que resultan un tanto tediosos, aunque sean las marcas estilísticas del ex-esposo de Madonna.
Sin embargo, como se decía al comienzo si uno supera el efecto de la explosión del artificio, se comienza a percibir que en Sherlock Holmes: juego de sombras esos colores brillantes no son tan nítidos como lucían; que ese ruido aturdidor siempre suena de la misma forma monocorde y que en definitiva, salvo el gran duelo actoral entre Robert Downey, Jr y Jared Harris, en este nuevo opus del realizador de Snatch hay una cuota de exhibicionismo gratuita cuando en realidad la falla de la ejecución no obedecía al plan sino a quien lo terminó ejecutando.