En un tiempo no muy lejano, un director inglés sorprendió al público en general con un genial film de atracos. Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes, sin innovar, contó con una frenética e imparable forma de edición, el disparar un arma comenzaría a vivirse desde el milisegundo en que se aprieta de un gatillo, seguido del movimiento interno del mecanismo del arma, hasta concretar el disparo, la salida del proyectil y trayecto hasta colisión, edición aplicada también a finitas situaciones dentro del film, un juego de cartas, una conversación, una pelea, etc.
Visto por los grandes estudios, sin pereza, Columbia Pictures a través de una subsidiaria, Screen Gems, lo contrata para una nueva producción de características similares; junto a un actor categorizado en la lista de majors y un cast ejemplar, logra Snatch: Cerdos y Diamantes, mismo resultado cinematográfico, potenciado a nivel de distribución.
Entre medio, su vida tomó un giro inesperado. Sin querer entrar en el rubro de chimentos, Ritchie se casó nada menos que con la reina del pop, la megaestrella-diva: Madonna. Es sabido que el hombre a veces se eclipsa al lado de una mujer, podríamos citar muchos dichos de índole machista y chascarrillos, pero como aquí no es nuestro objetivo, sólo consideraríamos que en esta conjunción, Guy Ritchie, el director, algo perdió. Su talento, quizás.
Incursionó nuevamente en cine compartiendo a su esposa como protagonista de la remake del film italiano Insólito Destino: el resultado fue nefasto.
Revolver, demostró que –con menores recursos– sus esfuerzos eran en vano. Ya la atención de su carrera residía (para el público promedio) en si su vida personal continuaba siendo tumultuosa al lado de la diva, siguieron los rumores de separaciones varias, hasta concretar el tan esperado divorcio.
Su come-back ha sido Rock’N Rolla, un retorno a medias, pero que sin dudas, supo llevarlo a un nivel tal, que logró imponerse para dirigir un proyecto tan grande como el que aquí nos ocuparemos.
Sherlock Holmes.
Un estreno muy esperado. Muchos nos preguntábamos qué podría ejecutar Ritchie con un personaje tan conocido (originario de Arthur Conan Doyle), ya que trasladarlo cinematográficamente no sería tarea fácil, ¿reutilizaría una tan agil edición para un personaje tan clásico?
Robert Downey Jr. (Holmes) se subió al proyecto en el protagónico y Jude Law (Watson), secundando enérgicamente.
El detective y su asistente conformaron un dúo con mucha interacción verbal, gracias a un guión lleno de clisés, apartados de comicidad y verborragia que se ejecutan de manera magistral, cada exacerbación verbal encaja en las respuestas de su contrincante en materia de diálogo. Un duelo entre actores y personajes.
Las escenas iniciales están a la orden de poder ambientarnos, sumergirnos en las cualidades de Holmes a la hora de la investigación, la lógica, su destreza para el boxeo, su aptitud para disfrazarse y hasta en conocimientos en química y farmacología. Todos estos aspectos como introducción no están insertados a libre albedrío. Holmes utilizará cada una de sus aptitudes para la resolucion de crímenes misterios y engaños, a veces a pedido de las ineficaces fuerzas policiales que lo convocan una y otra vez para dar pistas o solucionar algún crimen que se les escapa en materia de razonar acerca de los posibles causas.
Sumemos un villano de turno, a la orden del actor Mark Strong: podría decirse que es uno de los actores convertidos en “moda” gracias a interpretaciones muy destacables que ha sabido concretar, pero aquí, sin gran animosidad interpreta a Lord Blackwood, un sectario con planes de dominacion.
Por el lado femenino, Holmes tiene una contrincante, que ha sabido ser uno de sus tantos amoríos, a su altura en materia de resolver misterios, Irene Adler (Racherl Mc Adams).
Hacia los ¾ de duración, el film hace un “click” y a partir de ahí, todo lo que sucedía dejó de interesarme. Mi atención se perdió completamente en lo que hasta el momento constituía una interesante propuesta. El comienzo de la utilización de efectos de ordenador CGIs, persecuciones con Holmes a la altura de un héroe de acción –muy lejana a la tarea de un investigador–, terminaron por aguar la tan divertida experiencia que comencé a experimentar en la primera hora de metraje.
Ritchie se ha valido de casi toda herramienta cinematográfica con la que un director pueda tener a mano para contar una historia. Sherlock Holmes demostraría su “gran vuelta” a un circuito del cual se había alejado como anteriormente mencionamos. Si bien el film cuenta con muchos aspectos visuales y narrativos atrayentes, una dirección artística impecable, fotografía cuidada y ambientación, es en los secundarios actorales (Rachel Mc Adams, Mark Strong) donde el film no logra imponerse. ¿Será que los arquetipos conformados por Holmes y Watson son tan magníficos que dejan a todo lo que está a su alrededor, muy pequeño?
Con una interesante participación de Kelly Reilly, recientemente vista en cartelera porteña en Eden Lake.
Podría decirse finalmente que Sherlock Holmes es una película que pretende tener todo: un superhéroe, un villano, efectos, persecuciones. Pero peca de obviar el hecho de que se trata de un detective y no de un superhéroe, y que probablemente (y siguiendo la tradición literaria o a sus versiones precedentes, como por ejemplo, la de Billy Wilder) uno como espectador espera un film más intrigante y misterioso, con un personaje de porte más serio, y en esta versión terminamos encontrándonos con un Holmes más cercano a un héroe de acción que a la creación de Doyle.