La ciencia del razonamiento deductivo. Aquel que sea conocedor de la obra de Arthur Conan Doyle acerca del personaje, Sherlock Holmes, creado en 1887 en la novela Estudio en Escarlata sabrá que la mayor característica del detective, es su sagacidad y entrenamiento de la lógica deductiva, sumada a los conocimientos de física, química, y sobretodo poder meticuloso de observación para resolver misterios, dentro de los cuáles se encuentran crímenes que Scotland Yard no puede resolver.
Los métodos detectivescos sugeridos por Doyle, como crítica a los estandarizados métodos de la policía tradicional sirvieron como inspiración para resolver crímenes contemporáneos en todas partes del mundo, siendo de vital influencia en la criminología contemporánea.
Lamentablemente, el cine sólo ha tomado el estereotipo que se ha hecho de Sherlock Holmes en gacetillas y, excepto contables ejemplos, como la serie británica de Granada, protagonizada por el fallecido Jeremy Brett durante los años 90, ha sido poco fiel a la obra de Conan Doyle, especialmente al personaje. Se le ha dado mayor importancia a los casos, al suspenso, a la estética victoriana, al sombrero, la pipa, la elegancia y la solemnidad, pero poco y nada al personaje que describía Doyle. Solo una vez apareció en las novelas el estereotipado “Elemental”. Más bien, el Sherlock Holmes del cine, era el que mostraban las ilustraciones de las novelas.
Confinado a mediocres películas para la televisión (británica, estadounidense, canadiense y australiana), Sherlock Holmes era una caricatura más que un personaje.
Irónicamente, gracias a la visión de cómic de Lionel Wrigam, el detective londinense del 221B de Baker Street, vive y respira con nuevos aires, pero sobretodo con mucha más fidelidad a la esencia original creada por Doyle, que cualquier lectura anterior.
Olviden la elegancia, el porte, y la caballerosidad. En sí, nunca fue demasiado caballero que digamos, pero sí tenía clase.
Este Sherlock Holmes, es ágil, irónico, cínico, inteligente, sadomasoquista, hábil para los deportes, y no es muy afectuoso con las mujeres, aunque siente un gran aprecio por su compañero, el Doctor John Watson. Todas estas características son parte del comportamiento original.
Producida por Joel Silver, la dirección quedó a cargo del venido a menos, Guy Ritchie, que por primera vez toma un trabajo por encargo donde no puso su firma en el guión, por suerte, ya que sus tres últimos trabajos fueron desastrosos. Pero Sherlock Holmes es completamente inspirada. Si bien Ritchie no deja de lado su estética pop / videoclipera, aunque llevada a la Inglaterra victoriana, se contiene con la utilización de flashbacks, y sobretodo sabe darle un equilibrio justo entre acción, humor y misterio. Y no descuida nunca, la ironía, el contexto histórico / revolucionario (industrial), la miseria de Londres.
El guión tiene cuotas exactas de escenas de suspenso / humor y grandes dosis de adrenalina, explosiones y efectos especiales, bastante atípicos en las novelas de Doyle, donde los casos eran minimalistas, aun cuando había crímenes complejos. Es irónico que tome como mc guffin, la magia negra y el esoterismo, cuando Doyle pocas veces incluyó el tema en una historia de Holmes (aunque siempre le daba una explicación racional), mientras que el propio Doyle era profundo creyente de la vida en el más allá (contrató a numerosas médiums buscando el fantasma de la madre).
Pero se trata de un entretenimiento excepcional, de escuela clásica, con un héroe perfecto, Tony Stark, perdón digo Robert Downey Jr. El estadounidense ES Sherlock Holmes. Parece que no hay personaje neurótico/soberbio/genial que Downey no pueda interpretar a la perfección sin un gesto de más. Al igual que Iron Man, es Downey el que merece la mitad de la acreditación de que la película funcione.
Ritchie y los guionistas, descuidan un poco a los personajes secundarios: Jude Law, como Watson, a pesar de que hace buena química con Downey no tiene la fuerza interpretativa del personaje en las novelas, además de que es demasiado vigoroso a comparación del lento médico veterano de guerra. Rachel Mc Adams como Irene Adler, no tiene la elegancia ni la sutileza del personaje original, aun cuando Adams en el contexto de la película está perfecta en el rol. Mark Strong como el villano está bien, más allá de que Blackwood nunca estuvo en el universo Doyle. El más cercano, en todo caso es el excepcional Eddie Marsan (La Felicidad trae Suerte) como el detective Lestrade.
Pero las similitudes con las novelas, como diría el propio Holmes, se encuentran en los detalles mínimos. Aquellas pequeñas citas, que un ávido lector va a reconocer: la cita a casos de nombres ridículos, personajes que aparecen por poco tiempo, la relación entre Holmes, Watson y su futura mujer (Kelly Reilly, el personaje aparece en las novelas), la poca admiración de Holmes hacia el sexo opuesto. Pero sobretodo es la explicación del método de la ciencia del razonamiento deductivo lo que devuelve al personaje a sus orígenes. También se da algunas libertades como la inserción de un perro. Detalle que solo sirve como un gag más.
Guy Ritchie cumple con las expectativas: se mantiene fiel a la obra, le agrega excesos típicos de una mainstream Hollywoodense, le saca elegancia y solemnidad, necesario para meter al personaje en el siglo XXI y lograr atraer a un público joven.
Si bien no pudo superar en taquilla al tanque de James Cameron, logró un notable éxito que le permitió asegurar una secuela, donde el personaje enfrentará a su enemigo más famoso.
Esta nueva mirada al mundo de Sherlock Holmes, es fresca, entretenida, y hace olvidar (aunque se trate de una de las películas de mi infancia) a la ingenua El Secreto de la Pirámide (Barry Levinson, 1987), que poco y nada tenía que ver con la mitología escrita por Doyle.
Sherlock Holmes mezcla lo mejor de las novelas del detective con la adrenalina de James Bond (por suerte, decidieron no darle características del niño mago). El resultado es un efectivo y redondo entretenimiento cinematográfico.