Shirley es una producción de Martin Scorsese que se inspira vagamente en un momento de la vida de la icónica escritora de horror gótico, Shirley Jackson. Una artista norteamericana que fue muy popular en la década de 1950 y cuyos relatos tuvieron una influencia importante en escritores famosos del género que surgieron años después, como Stephen King y Richard Matheson.
Su novela más famosa fue The Haunting of Hill House que tuvo su adaptación en la obra maestra de Robert Wise (The Haunting) de 1963 y más recientemente en la serie homónima de Netflix realizada por Mike Flanagan.
La directora Josephine Decker, quien viene del cine experimental, en este caso ofrece una propuesta muy especial que le escapa a las fórmulas de la biografía de manual hollwyodense. Esta es probablemente su producción más accesible.
El argumento toma algunos hechos biográfícos reales de la vida de Jackson, que se combinan con la ficción, para crear una drama con tintes de thriller psicológico que podría haber sido un típico cuento de la autora.
La película se centra específicamente en el período en que concibió su segunda novela, Hangsman (inspirada por la desaparición de una estudiante universitaria) e imagina las circunstancias que rodearon su proceso creativo.
A través de una inspirada interpretación de Elisabeth Moss (El hombre invisible), la directora Decker retrata a Jackson como una mujer que padece un notable desequilibrio emocional, consumida por todo tipo de vicios. Su faceta creativa vuelve a cobrar vitalidad a partir de una relación que establece con una joven recién casada (Odessa Young) que admira su obra y se convierte en su asistente.
A partir de esa premisa argumental Shirley explora diversas temáticas como las relaciones tóxicas, la inseguridad de los artistas y el sexismo de la sociedad de 1950. Lo más interesante del trabajo de Decker es el modo en que rompe desde la realización con los clichés habituales de la biopic tradicional.
La narración abraza el metalenguaje para combinar de un modo especial hechos reales de la vida de Jackson con esos personajes atormentados y atmósferas claustrofóbicas que sobresalían en sus obras.
La idea de trasladar en un lenguaje cinematográfico el estilo literario de Jackson es ambiciosa y creativa y aunque no desarrolle con demasiada profundidad los temas que aborda, al menos propone algo diferente dentro del género. Motivo por el cual se le perdona también ese ritmo lento que tiene la dirección de Decker que a veces puede ser un poco insufrible.
En última instancia el mayor mérito de esta película es que consigue generar curiosidad por la verdadera historia de la autora y su obra, además de brindar otra gran labor de Elisabeth Moss.