La lucha entre la apariencia de las cosas y su verdad latente es la que la directora Josephine Decker pone en escena en Shirley, que es menos una película sobre la vida de Jackson que el retrato físico y psicológico de la escritora, en el que la esencia pervertida de la realidad se manifiesta en el mundo cotidiano hasta desnaturalizarlo por completo: el equivalente cinematográfico a su literatura.