Parece que la cuarta será la vencida. La primera recaudó cerca de 500 millones de dólares. La segunda, duplicó esa suma. La tercera tuvo un resultado algo inferior en la taquilla (unos 800 millones de verdes), pero no defraudó. La fórmula era eficaz: se trataba de tomar los elementos y personajes de los clásicos cuentos de hadas, y darlos vuelta como un guante. De pronto, el ogro verde en vez de asustar se convertía en héroe, y la princesa acababa siendo tan fea y rechoncha como él, pero ambos lucían encantadores. Aparecía el Gato con Botas y otros personajes entrañables del género. ¿Cómo cerrar esta saga que venía tan bien? Redoblando la apuesta. Shrek aparece hundido en una vida rutinaria, añorando los días en que era un verdadero ogro, cuando aparece el diablo para tentarlo con la apariencia del sinuoso Rumpelstiltskin (un personaje creado por los hermanos Grimm en 1812) proponiéndole uno de esos pactos que no perdonan. El villano, ansioso por conquistar el reino de Un Lugar Muy Lejano, le ofrece a Shrek un día como verdadero ogro. El precio a pagar será altísimo. De pronto, Shrek ya no es un héroe popular, sino una criatura que mete miedo. En esa otra realidad, el villano es el rey , los ogros son perseguidos sin piedad y Shrek y Fiona no se conocen. La posibilidad de escapar de esa trampa es el tema apasionante de este cuarto capítulo que se anuncia como definitivo. El film, que se proyecta en 3D en algunas salas, en su versión original cuenta con las voces de Mike Myers, Camerón Díaz y Antonio Banderas.