Triste, solitario y final
Una podría iniciar esta breve reseña sintetizando la trama (Shrek es engañado por el malvado mago Rumplestillskin para apoderarse del reino de Muy Muy Lejano y debe reconquistar a Fionna, ahora convertida en líder de la revolución de los ogros) o bien comentar la solvencia técnica de la animación ya concebida desde su origen con los efectos 3D en mente.
Sin embargo, lo más llamativo de esta cuarta (¿y última?) película de la saga es su falta de inspiración, de sensibilidad y -si se me permite el término- de "onda": es cierto que no hay nada que dé vergüenza ajena, pero al mismo tiempo todo luce demasiado mecánlco, prefabricado, como si la hubiesen concretado con desgano y piloto automático.
Así, la decadencia de la franquicia, sin ser absoluta, resulta igualmente desoladora: la primera parte fue excelente, la segunda muy buena, la tercera buena y esta cuarta, apenas mediocre.
Para los chicos (y ojo que no hay ningún menosprecio en esta consideración) el entretenimiento está más o menos asegurado, ya que hay mucho ritmo, humor físico, despliegue visual e impacto en los efectos para las salas digitales 3D, pero para el público adulto que supo disfrutar de la mirada irónica, la sensibilidad y la ternura de las dos primeras entregas Sjrek para siempre tiene poco, muy poco que ofrecer.
Este cuarto episodio, lamentablemente, se parece demasiado a esos subproductos que las compañías dedicadas a la animación suelen concebir para su edición directa en DVD o su estreno en televisión. Es un triste final para una saga que había logrado no sólo un merecido éxito comercial sino también un amplio prestigio artístico. Shrek, Fionna, Burro y el Gato con Botas no merecían despedirse así. Un triste y solitario final.