No se metan con la traumada
Estrenada en plataformas On Demand en Estados Unidos y en DVD en otras regiones del mundo, llega a los cines argentinos Intrusos (Intruders/Shut in, 2015), película inmersa en la categoría clase B del cine de terror, que por momentos pretende ser un thriller psicológico que sólo de a ratos logra.
Anna Rook (Beth Riesgraf) sufre de agorafobia, hecho que le impide salir de la casona en la que vive incluso cuando tres ladrones ingresan al inmueble. Buen recurso de guión -escrito por T.J. Cimfel y David White- para justificar que toda la película transcurra dentro del lugar evitando gastos de producción en otras locaciones. Sin embargo, la fobia no es el único trauma de la protagonista y en la segunda mitad del film la víctima se convierte en victimario en una especie de El juego del miedo (Saw, 2004). Esta vuelta de tuerca enriquece una película que venía transitando varios lugares comunes del cine de terror hasta entonces, aunque el airoso viraje hacia el thriller psicológico le demande luego mayor realismo que la historia nunca consigue.
Si bien el recurso del cazador cazado es interesante todo parece forzado para justificar las decisiones de Anna, y es ahí cuando la película pierde fuerza. Hay largas conversaciones faltas de recursos visuales para explicar los distintos traumas que no ayudan a darle fluidez y credibilidad a lo narrado. Incluso algunos momentos gore no condicen con el drama realista planteado siendo un claro problema de tono. Porque si la película se hubiera decidido por el exceso y el ridículo nadie buscaría verosimilitud y la historia podría hasta ser divertida, pero en el afán por ser consecuente con los abusos y abusados, termina no estando a la altura de la seriedad buscada.
Intrusos no llega a ser una catástrofe cinematográfica, es una película floja de bajo presupuesto que se las ingenia con sus carencias para llegar al final dignamente. Escapa al cliché pero en su ingenio pierde la brújula sobre lo que está contando y ahí es donde hace agua. Pero recordemos también que es una película que no tuvo la intención de llegar a la pantalla grande, con todas sus carencias actorales, de producción y de dirección (un tal Adam Schindler) hace lo que puede. Los resultados están a la vista.
El dato de color: actúa Rory Culkin, el hermano de Macaulay Culkin (Mi pobre angelito).