Creer o no creer, ¿esa es la cuestión?
El amigo Mex Faliero en su crítica de la brillante La habitación establecía al film como “una narración claramente dividida en dos partes que se distancian a la vez que se retroalimentan, que es casi un milagro que el film haya salido tan bien”. En el caso que tratamos aquí, la cinta italiana Si Dios quiere, lo que ocurre aquí (vaya paradoja) es que destruye todo lo bueno que había logrado en una primera parte con una segunda mitad sensiblera, trillada y completamente olvidable.
El film cuenta la historia de Tommaso, un cardiólogo de fama y hombre de firmes creencias, ateo y liberal. Está casado con Carla, ama de casa y madre de dos hijos. Uno de ellos, Andrea, prometedor estudiante de medicina, revoluciona a la familia con su noticia: quiere hacerse cura. A partir de allí, nada será igual.
Con esta premisa, del hijo que busca un destino completamente opuesto a lo que desea su padre, la cinta comienza a desarrollarse de manera perfecta, con humor inteligentemente irónico y preciso; con la pasión propia de la cultura italiana pero sin la locura y vehemencia clásica de su cine, sino más acotada, estudiada y tiempista.
Durante este tramo se ve lo mejor: junto a la perfección en la comedia se suman la acertada utilización de referencias fílmicas, los planos acertados y la música correcta. Todo funciona de maravilla.
Pero a partir de la aparición del Padre Pietro (una especie de Papa Francisco pero con 40 años menos y facha), todo comienza a desbarrancarse, ya que el film comienza a tomar un tono melodramático y sensiblero. Las cuestiones que antes eran tratadas con ironía y humor se pasan a tomar con seriedad y adultez como en una tragedia griega. Es decir, de lo que se reía en un principio ahora se lo toma en serio. Y concluye con la moraleja simplista e insípida que nos lleva a pensar qué demonios se quiso decir con todo esto. ¿Sos crítico, sos ateo, sos cristiano o qué sos?
Obviamente no es que la culpa sea del cristianismo o de la aparición del cura en el film (se aclara esto porque con Francisco está todo bien, ya que es de San Lorenzo, como quien escribe) sino de la contradicción de la narración, que primero se da el lujo de ironizar y luego suscribe y remarca aquello que criticó con inteligencia.
En resumen, Si Dios quiere es una película que parecía ser una atractiva vuelta de tuerca a la comedia italiana termina cayendo en lo sensiblero, que no emociona y que, tal vez, le falta el respeto a quienes profesan su creencia con honestidad, ya sea en Dios o en nadie.