Disfrutable comedia al modo clásico italiano
Sorprende gratamente "Si Dios quiere", comedia italiana de asunto inhabitual, hecha al modo clásico italiano por un autor nuevo que empezó ganando, llamado Edoardo M. Falcone. Personaje protagónico, un cardiocirujano seco, distante, pagado de sí mismo. El desdeña a sus asistentes y a su propia familia: esposa todavía bonita que se va secando, hija preciosa, haragana, de apariencia frívola, hijo delgadito y delicadito que estudia medicina, yerno cualunque dedicado al negocio inmobiliario, doméstica peruana.
Siempre formal, el doctor observa y hace observar las reglas sociales. Hasta que el hijo anuncia que ha tomado una decisión contraria a sus deseos. Ahí es donde aparece el personaje antagónico: un cura canchero, afable, que sólo aplica su "deontología profesional", no pretende estar por encima de nadie y está de vuelta de muchas cosas (incluyendo la famosa cárcel de Rebibbia). Lo que sigue, entonces, es la pelea del tordo contra el cuervo, cada uno con sus armas y sus estrategias. Y es también la parte donde todos empiezan a cambiar. De eso se trata.
No corresponde contar más. Sólo que Marco Giallini y Alessandro Gassman son buenos, que Laura Morante sigue hermosa e Ilaria Spada merece ser vista, lo demás no desmerece, el esquema y los diálogos son efectivos (Falcone y Marco Martani, el de "La mafia mata sólo en verano"), hay varios momentos de expectativa bien armada, buen humor, algo de emoción con fondo del napolitano Gigi D'Alessio cantando "Comme si fragile", y, para completarla, hay un final sencillito que deja pensando.
De trasfondo, aparece también el enfrentamiento entre dos clases de fe: la religiosa y la laica. Pero no con la hondura dubitativa de "Por gracia recibida" o "La hora de la religión", sino al modo simple, feliz y malicioso de los cuentos de Don Camilo y Don Peppone. Se disfruta debidamente.