Vidas solitarias en la gran ciudad
Como se viene expresando en su prolífica obra (ocho largometrajes desde 2003), las películas de Santiago Loza emplean recursos narrativos y formales que germinaron en la segunda mitad de los años 90 con el nuevo (ya viejo) cine argentino, pero a través de un tamiz propio y con decisiones de la puesta en escena totalmente personales. Desde el tono minimalista elegido para situaciones y personajes hasta los cruces que el realizador propone entre el lenguaje cinematográfico y el teatral, el creador de Extraño, Los labios y Cuatro mujeres descalzas continúa con su afán experimental, que en ocasiones se traduce en hermetismo, pero que termina transmitiendo una innegable sensibilidad.
Por las calles de Toulouse transcurren las historias de Si estoy perdido no es grave (Si jem suis perdu, c’ est pas grave), con un inicio pautado desde la voz en off que aclara la transparencia de aquello que surgirá en imágenes. Vidas desparramadas en una gran ciudad, tomadas con planos fijos, diálogos sin pretensiones, momentos de soledad e impaciencia citadina y un taller para un grupo de actores que ofició de disparador de la trama para dejarle lugar a esos primeros planos de rostros obligados a escuchar las reflexiones y comentarios desde el fuera de campo.
Como si se tratara de un ejercicio acabado en película entre profesores y alumnos (el recuerdo de Shadows de Cassavetes no suena descabellado), el film de Loza multiplica voces y personajes a través de breves viñetas, intercaladas por los rostros en planos cercanos. En ese sentido, la empatía de las imágenes con el espectador puede resultar poco eficaz; sin embargo, la película hace eco en una búsqueda a pura sensibilidad por parte del director: en las dos versiones de un mítico tema de Sandro ("Porque te amo"), en la actriz que tiene que encarnar a la bella Brigitte Bardot, en la cálida relación entre una madre y una hija y en el plano con travelling a la Nouvelle Vague del final, Si estoy perdido no es grave, un film-ensayo, encuentra sus mejores momentos y sus raptos de inteligencia y sabiduría.