Atando cabos, miradas, diálogos, un experimento se convierte en película por propia necesidad.
Fragmentaria, de factura casera, Si estoy perdido, no es grave es una de esas películas que va creciendo según el lugar que el espectador decida darle. Filmada en Francia durante un taller que Santiago Loza, el director, dictó en 2013 para actores que venían del circo, la danza y el performance, recurre a esos mismos actores y los convierte en personajes descontextualizados, perdidos, de los que sabremos poco y nada a lo largo del filme.
Miran a cámara en un plano medio y participan de audiciones comentadas, de situaciones que van armándose sin rumbo mientras las vemos. El francés y el español, incluso con tonada cordobesa, se cruzan en estas apreciaciones espontáneas de esos rostros que se prestan, se enlazan, algunos de los cuales motorizan situaciones mínimas que sin embargo proponen un lugar de encuentro más que de pérdida. ¿Pero encuentro con qué?
Ambiguos, inciertos, surgen débiles hilos conductores que producen una sensación agradable, la de estar perdido en el propio ritmo de la película que, ya lo dijimos, surge más del espectador que de la pantalla. Es una película la de Loza, pero también es uno o varios estados de ánimo posibles (habría que pensar en una vertiente experimental de un cine transmisor de estados de ánimo). Claro que es necesario abandonarse, dejarse llevar por los silencios, las miradas, las canciones, lo que haya nuestro en esas historias no historias. Incluso por situaciones triviales. Escuchar Yo te amo de Sandro completo y desafinado en una espontaneidad que, por supuesto, no es espontánea, esperar un tren, o ver correr el río en soledad. Los personajes son nadies, no saben cómo seguir y sin embargo están, con sus fantasmas, recuerdos, deseos. Están. En una película europea, dicen. Es también naturalismo puro.
El lenguaje busca trascender al cine, un idioma mental. Hay películas que se ganan ese derecho, a contar poquito, a provocar sensaciones de hastío, extrañeza o compenetración. Invitación a deambular (palabra usada por el director). Como cualquier invitación, se puede aceptar o no.