El único motivo que justifica el visionado de esta absolutamente mediocre comedia sobre dos amigos que intercambian cuerpos por accidente es el desempeño de sus protagonistas. El siempre rendidor Jason Bateman (a años luz de aquel adolescente de la sitcom Valerie y de sus primeros escarceos con el cine en Muchacho lobo 2) y el carismático Ryan Reynolds interpretan respectivamente a un abogado workaholic ahogado por sus responsabilidades como esposo y padre; y a un actor bohemio inmerso en una etapa de inmadurez emocional e interesado sólo por “livin’ la vida loca”. Tras una noche de juerga el dúo expresa a viva voz su deseo de sentir cómo les calzarían los zapatos ajenos mientras descargan la vejiga en una fuente que, mágicamente, les concede el pedido. Al despertarse al día siguiente, Dave (Bateman) es en verdad Mitch (Reynolds) y Mitch, Dave. El contraste de sus personalidades entra entonces en juego propiciando la vis cómica de estos experimentados actores. Claro que no lo suficiente para que la película funcione a pleno…
¿Es necesario recordar todos los antecedentes en la materia que tiene Si fueras yo? Repasemos por las dudas: Un viernes de locos (en sus dos versiones: una con una Jodie Foster niña y la otra, más conocida, con Lindsay Lohan), Viceversa (el filme original inglés de 1948 fue convertido en una remake yanqui cuarenta años después), De tal palo tal astilla, 18 otra vez, Hay una chica en mi cuerpo… ¡la lista es interminable! Si la extendemos a la TV directamente nos quedamos cortos de espacio: en cualquier serie estandar se ha tocado la temática incluyendo Los Expedientes X y La Dimensión Desconocida, entre muchas otras. Con este panorama, ¿qué ofrece Si fueras yo que no se haya visto antes? Me temo que bastante menos de lo esperado: apenas cierto tono irreverente que el guión de los mismos autores de ¿Qué pasó ayer? confunde con mal gusto apelando a un humor de trazo grueso. A diferencia de algunos de los títulos citados aquí no hay espacio para la ingenuidad o el humor blanco. La receta utilizada mezcla a tontas y locas algo del estilo de los hermanos Farrelly con un tratamiento de los personajes cercano a lo que se suele ver en las producciones de Judd Apatow (cuya esposa, la actriz Leslie Mann, interpreta a la sargentona mujer de Dave). Lo que sucede es que más allá del esfuerzo actoral de la dupla principal cuesta encontrarle algún atisbo de inteligencia, creatividad e ingenio a un libreto que, además, se estira en demasía hasta rondar las dos horas de metraje. Que para lo que se cuenta y cómo se lo cuenta es, ni más ni menos, una barbaridad…
Para colmo el consabido mensaje que conlleva la propuesta –con el tópico “responsabilidad” a la cabeza para no ahondar en varios subtemas que también están allí- es algo fútil e innecesario en el esquema de comedia guarra y canchera en la que se enrola este muy discreto trabajo del realizador David Dobkin que contó con un mejor material para su película Los rompebodas –que hasta la fecha sigue siendo lo más destacado de su corta filmografía-. Si fueras yo es de esos filmes contradictorios que se la dan de re heavies, re jodidos para en un último acto borrar con el codo lo que escribieron con la mano. Lo melosa que se pone la partitura de John Debney en esas escenas finales es francamente de no creer. La supuesta acidez del planteo a medida que se desarrollan los conflictos y cada personaje asume su nuevo rol (Mitch, en la piel de Dave, como un exitoso abogado y aplicado pater familias; Dave, dentro del cuerpo de Mitch, como un individuo con más tiempo para disfrutar del ocio) empieza a degenerar en la misma comedia previsible y condescendiente made in Hollywood de siempre. No hay un rigor para sostener nada: sólo queda en pie el histrionismo de dos tipos que si fuera por su profesionalismo merecerían la medalla de oro al remo tranquilamente. El único problema es que cuando se avizora la anhelada meta el bote se llena de agua y se hunde lentamente…
Si alguien me pregunta sobre la presencia en el elenco de la divina Olivia “13” Wilde como una colega de Dave mi respuesta es muy corta: un lindo adorno. ¡Pero a quién le importa!