Un chiste demasiado repetido
Sí, lo que ya sabemos: las comedias sobre intercambios de personalidad son un clásico. Hay mejores y peores. Esta debe ser, sin dudas, una de las más mediocres de todas, sino la más. A pesar de que Los rompebodas no era una gran película ni mucho menos, se podría haber esperado otra cosa del director David Dobkin. Lo mismo cabe decir de los guionistas Jon Lucas y Scott Moore, también responsables de la muy digna ¿Qué pasó ayer? Si fueras yo, por cierto, tiene algo de Loco y estupido amor, estrenada hace unos meses. Claro que, en comparación con este bochorno, Requa y Ficarra son los Dardenne.
Mitch (Ryan Reynolds) es un mujeriego empedernido que ocasionalmente trabaja como actor de películas softcore. Su amigo de siempre Dave (Jason Bateman), por el contrario, es un responsable padre de familia y prestigioso abogado. Siguiendo la regla más estricta del estereotipo, estos dos no tienen nada que ver entre sí, pero oh, sorpresa: Mitch envidia la vida de Dave y Dave envidia la vida de Mitch. Una noche, esta confesión brota de ambos mientras están meando en una fuente. Como por arte de magia, se produce el trueque de almas. Así, uno pasa de tiro al aire a ser una pinturita y el otro, viceversa.
Hasta aquí, el compendio de previsibilidades aceptable. Y si bien era difícil prever un bacanal de ingenio a partir de esto, el film de Dobkin derrapa de una manera escandalosa. Porque si el recurso de la escatología funciona para los Farrelly o para Apatow, se debe a que en la coyuntura de los pedos, los culos y la caca de sus relatos habitan personajes humanos, con los que poco cuesta, aunque sea por momentos, identificarse, o a los que, cuando menos, no nos cuesta comprender. En este sentido la debilidad de Si fueras yo se acerca a la exhibida por otra película con Bateman (buen comediante, pese a todo) estrenada hace poco, Quiero matar a mi jefe. Personajes acartonados, inbancables, impermeables a cualquier tipo de empatía por parte del espectador.
Así transcurre el resto del film. La seguidilla insoportable de chistes burdos y escatológicos lleva al final más predecible y moralista que se pueda imaginar. No hay nada destacable en Si fueras yo, una humorada demasiado repetida y, para colmo, pobremente contada.