Dave es un tipo esforzado que estudió juntando moneda por moneda y, convertido en abogado, se juega su futuro en un súperbuffet. Con tres hijos y una hermosa esposa su vida pasa por su trabajo. Mitch, por su parte, es su antítesis. Mujeriego, nocturno y despreocupado vive su vida a los tumbos. Hasta que una noche, orinando en una fuente luego de algunos tragos, ambos explicitan su voluntad de ser el otro. Y así acontece: uno se queda con el cuerpo del otro (y las mujeres también). De esta manera, se desata una comedia que tiene poco de entretenida y mucho más cuando las situaciones se empiezan a repetir. Y claro, uno no quiere que el otro se acueste con su mujer, y todo eso. Cansadora y poco original, la película se supera solamente en las actuaciones de sus protagonistas que, obviamente, no serán tenidas en cuenta para los Oscar pero para este filme sobran. Lo preocupante es la meseta en la que han entrado las comedias de Hollywood, donde nadie se juega por sorprender al público. Lamentablemente pareciera que faltan no solamente buenos directores sino, y con mayor urgencia, guionistas en La Meca del cine. Aunque muchas veces los estudios son los culpables porque son tan conservadores que prefieren apostar por fórmulas archiconocidas que por otras más novedosas. Y esperan, sino ganar mucho dinero, por lo menos no perderlo.