COSQUILLAS AL BULLYING
Basada en el best seller de Lauren Oliver, una escritora especializada en el público adolescente, y en pleno apogeo de la serie 13 reasons why, que gira sobre la temática del bullyng juvenil, llega Si no despierto, un drama sobrenatural que expone también la marginación existente entre jóvenes en el ámbito académico.
Con la premisa existencialista de si se puede escapar del destino marcado y burlarlo, tenemos a Sam, una chica popular y de buen status social junto a sus amigotas ricachonas que maltratan al resto de sus compañeros del secundario. El narcisismo y la soberbia sobresalen en estas jovencitas a las que no les preocupa herir los sentimientos de los demás porque encuentran justificativo a todas sus acciones. Acciones que también se encuentran avaladas por la institución a la cual asisten, con tradiciones como el “Día de Cupido” donde anónimamente los alumnos reciben rosas. Lo que sólo sirve para demostrar lo sobresaliente que son ciertas personalidades por sobre otras: hay chicos que se quedan con las manos vacías y con algún trauma que comienza a sumarse.
Sin embargo, el destino se encapricha con Sam para ofrecerle un final trágico pero a la vez la posibilidad de barajar y dar de nuevo. Así lo vivencia cuando todas las mañanas despierta 6:30 am para volver a vivir exactamente lo mismo de ayer. Y es que parece que estamos ante un capítulo de la serie británica Black mirror, aquí más edulcorado, menos oscuro y moralista. Se trata de un deja vú, un recurso explotado en muchos films que salieron al frente con dicha técnica desde el terror en Triángulo de Christopher Smith o una propuesta cargada de acción en 8 minutos antes de morir de Duncan Jones. En ambas películas los protagonistas estaban destinados a vivir una y otra vez las mismas experiencias, y trataban de cambiar el curso de las cosas a su favor.
La directora Ry Russo-Young no explota demasiado bien esta técnica al fallar en su profundización y enriquecimiento de la breve historia de esta adolescente. Pudiendo explorar otras locaciones o ahondando más en los sentimientos de cada personaje que aparece, secundario o protagónico. A favor podríamos decir que contrasta perfectamente los paisajes montañeses del Norte de Estados Unidos en pleno invierno con una buena paleta de grises, blancos y algunos oscuros, generando un clima con cierto aire de crudeza y frialdad en el relato. Esto si comparamos inmediatamente con una fiesta extraescolar a la que son invitadas las chicas junto a otros compañeros, donde los espacios interiores se hacen íntimos. Con luces rojas y tenues los ambientes reducidos se vuelven libidinosos y descontracturados. Lugares donde los adolescentes aprovechan a ser “diferentes” o tratar de sacarse los rótulos impuestos en los pasillos del colegio. Como si de una mascarada de carnaval veneciano se tratase.
Pero no todos pasan desapercibidos y los perdedores de siempre saltan a la vista. Puntualmente una joven tímida y algo desalineada cae en las fauces del grupete de “perritas” a la que Sam pertenece. Así es que como la líder del grupo enfrenta a esta muchachita y, discusión tras discusión, logra humillarla. Humillación que contagia a la mayoría de los integrantes de la fiesta contra una única e indefensa víctima. Un momento fugaz que recuerda a la Carrie de Brian Di Palma, pero esta vez sin el foco puesto en ese personaje acosado. Y allí comienzan los diferentes destinos de Sam de asumir diferentes posturas ante tales situaciones donde puede ganar enemistades y nuevas alianzas.
Si no despierto entretiene tibiamente con un final algo abrupto y lejos de la excelencia. Escapa a tratar de forma seria una problemática como el bullying, pero sólo se remite a ser una tímida lección para el público joven y gestar conciencia a frenar situaciones agresivas e injustificables hacia potenciales víctimas del acoso estudiantil. Es como si la sociedad estadounidense alarmada con la creciente violencia en las aulas de los últimos 15 años -que muchas veces termina en suicidios o múltiples asesinatos- quisiera comenzar a fomentar un programa de solidaridad para con el otro. Y por una vía poco efectista que sin embargo está empezando a despuntar y apelar a las emociones y el sentimentalismo.
Al menos, Si no despierto tendría mejor lugar en los colegios primarios y secundarios que en los cines comerciales. Y distan de la crudeza llana y simple que mostraban films de mediados de los 90’ y principios del 2000 como Kids y Bully de Larry Clark o Elephant de Gus Van Sant. Films que sólo se limitaban a reproducir ficcionalmente testimonios basados en hechos reales.