Búsquedas y encuentros
Éste es un documental sobre la tía de la directora. La oración anterior es verdadera, y también sosa, incompleta: no da cuenta de la riqueza de Sibila, una película que se destaca con nitidez en la profusa oferta de documentales, sobre todo argentinos, de la cartelera de estos meses. Sibila es una producción chileno-española rodada entre Chile, Perú y Francia. La directora y guionista (y sobrina de la señora del título) es Teresa Arredondo, que nació en Perú, de padre chileno exiliado y madre peruana. Sibila, hermana de su padre, es la tía que estuvo presa 15 años por su vinculación con Sendero Luminoso (cómo era ese vínculo y qué implicó no se resuelve en la película). Hay más datos relevantes sobre Sibila (como que es la viuda del escritor peruano José María Arguedas) y sobre el resto de la familia de la directora, pero parte del atractivo de la película es descubrir las diversas relaciones familiares, las implicancias de "lo de Sibila" en una y otra rama de la familia, las posiciones políticas, las emociones que se ponen en juego en los diversos vínculos, incluso los reclamos o las perplejidades de una generación frente a otra; en ese sentido, en algunos pasajes Sibila es comparable a Los rubios , aunque sin su collage estilístico pop.
La película de Arredondo tiene dos partes, claras, bien diferenciadas. En la primera la figura de Sibila es rodeada, narrada, mentada, analizada desde diferentes ángulos. Así, desde múltiples entrevistas en diversos lugares en Chile y Perú, Arredondo busca entender -o conocer, ahora como adulta- a su tía. Primos, padres, abuelos y otros tejen una historia conflictiva y, gracias a la claridad expositiva del relato y a su calidez, nunca tediosa, Arredondo no tiene miedo de informar ni de mostrar: su documental no es un ejercicio férreo de alguna clase de dispositivo formal. Así, entre las entrevistas o durante ellas la cámara se puede detener a observar alguna comida en preparación, o describir de forma cercana una artesanía, un retablo de enorme dramatismo.
La segunda parte, que ocupa el último tercio, tiene como centro el encuentro entre la cineasta y su tía. Sibila no se arrepiente de nada: ni siquiera quiere hablar sobre muchos detalles de su pasado. Es una comunista convencida, fascinante y también recalcitrante. Sibila es una presencia fuerte, que se intensifica aún más por la decisión del punto de vista de Arredondo. La cámara está "en sus ojos", la directora es la que pregunta, la que ve, la que recibe el mundo que aparece y es descripto ante ella. Incluso esa decisión formal es saludablemente quebrada justo antes de pasar a la segunda parte, cuando la directora se refleja en un espejo, a través de unos barrotes. El resto del tiempo vemos lo que ve Arredondo. De esa manera, al situarnos en sus preguntas y sus búsquedas, nos enfrentamos a su singularidad, que no se puede transferir, pero sí compartir en forma de documental fecundo, de esos que buscan y también encuentran.