Más que una segunda parte del exitoso film del 2015 es un comenzar de nuevo con los dos personajes fuertes encarnados por Josh Brolin y Benicio del Toro. Cambio el director, ahora es Stefano Sollima ( la serie “Gomorra”), pero por suerte se quedo el guionista Taylor Sheridan. Lo que aquí sirve de punto de partida es una suposición fantasiosa: que los carteles de la droga mexicana controlan la inmigración clandestina y así facilitan la entrada de terroristas islámicos al territorio de EEUU. Y por eso el gobierno quiere provocar una guerra entre organizaciones mafiosas para frenar esa ” importación de peligro”. Una fantasía muy a tono con Trump. Para provocar esa guerra deciden raptar a la hija del capo de un cartel y echarle la culpa al rival. Ese trabajo sucio se lo encargan al militar que encarga el fantástico Brolin, que esta en su año. Y él a su vez convoca al misterioso personaje de Benicio del Toro, a quien le mataron a su familia. A partir de allí comienza una historia oscura, con asesinatos a granel, acción, idas y vueltas en los enjuagues del poder y una pintura ominosa de ese mundo violento y terrible. En el medio sobresalen las historias de dos jovencitos con grades actuaciones de Isabella Moner y Elijah Rodriguez con situaciones que dan escalofrío por lo peligrosas e inapelables. Entre del Toro y Brolin una relación sinuosa interesantísima que les permite lucimiento en la construcción de climas. Hacia el final unas vueltas de tuerca del guion demasiado forzadas. La impecable fotografía de Dariusz Wolski y el pulso del director redondean un film vital y trágico, con defectos y virtudes que vale la pena ver.