"Deberías mudarte a un pueblo chico donde aún se respeten las leyes". Esa conclusión quedaba flotando en la primera y notable "Sicario". La secuela tiene un pueblo menos chico, donde además de los conflictos revisados en el film anterior hay infiltrados por asuntos aun más feos que la simple inmigración ilegal o el narcotráfico, lo que obliga a unir a dos rivales.
Stefano Sollima, hijo de Sergio, director de notables films políticos disfrazados de westerns como "Faccia a faccia", aplica esa noción a esta película con dos formidables antagonistas, Benicio del Toro y Josh Brolin.
Los momentos más tensos y las explosiones de superacción no tienen nada que envidiar a la película previa que dirigió Denis Villeneuve.
El argumento daba para más. Y precisamente ese es el punto: ¿por qué el guionista de esta y la anterior película sicaria, Taylor Sheridan, no se atreve a dirigir sus propias historias terribles? Lo hizo en su excelente "Wind River", por ejemplo.
En todo caso, esta nueva "Sicario" es un tremendo thriller digno de lo que uno, a esta altura, ya podría suponer que será una serie de varios films. La fotografía de Dariuz Wolski por momentos supera la de Roger Deakins del film previo, y en el elenco hay que agradecer que Sollima Jr. recupere a Mathew Modine en un muy buen papel secundario.