Si el guión de “Jurassic World: el reino caído” es la demostración cabal del agotamiento de un argumento sólo justificado en el universo de las sagas y el cine espectáculo, el de “Sicario 2: Día del soldado” es la prueba irrefutable del interés forzado.
Estaba todo contado y cerrado a puro clima de tensión extrema en “Sicario” (Denis Villenueve, 2015). La historia se bifurcaba entre dos personajes, una novata en la DEA (división antidrogas de USA) horrorizándose frente al mundo de los carteles de drogas en México, (con el tema de la inmigración ilegal en la frontera como coyuntura lateral), y Alejandro (Benicio del Toro), el hombre que funcionaba como nexo entre ambos países, o universos, y que se revelaba como el asesino a sueldo del título. A ellos se sumaba el costado ambiguo de la autoridad en el personaje de Josh Brolin, como el “representante” del “combate”, y anqui contra las drogas. Todo coronado con tres merecidísimas nominaciones al Oscar (y se quedaron cortos) en los rubros de fotografía, edición de sonido, y música original (soberbio trabajo del fallecido Johann Johansson). El tema es que el guión de Taylor Sheridan cerraba por todos lados, es decir que no dejaba cabos sueltos, ni tampoco insinuaba la necesidad de una continuación y, sin embargo, parece que un segundo cheque lo entusiasmó y siguió escribiendo.
Un engañoso comienzo tiene “Sicario 2: Día del soldado”. Hay una redada cerca de Juárez, en la frontera con México, en la cual se detiene el ingreso ilegal de mexicanos al territorio de los Estados Unidos. Uno de los inmigrantes logra inmolarse con un explosivo. Luego, en un supermercado, otras cinco o seis personas hacen lo propio matando a varios ciudadanos. Posteriormente la acción se traslada a Yemen, en África, y aunque el presidente norteamericano está decidido llegar al fondo de la cuestión la circunstancia de la investigación comienza a resultar rara, primero, y forzada después. Lo mismo sucederá con la convocatoria de Alejandro, ya que su intervención se adivina como un catalizador para lograr provocar una pelea armada entre carteles.
La película, en este caso dirigida por Stefano Sollima, no carece para nada de ritmo. En ese aspecto el manejo de la información, la tensión que generan los planes turbios, y el crecimiento de los personajes son tan efectivos como en la antecesora, y hasta se podría decir que ese clima oscuro y opresivo es la verdadera “continuación”. Pero el planteo general que pretende justificarlo conserva sólo algunas de las connotaciones conceptuales, y agrega otras cuya estructura se anuncia con bombos y platillos para luego diluirse (los atentados del principio, por ejemplo) y ser sólo funcionales a la decisión política tomada como puntapié inicial para toda la operación. Lo mismo sucede con la injerencia de los medios, o la presencia de un personaje fuerte como el Presidente, que también se debilita hasta desaparecer sin mucha explicación.
“Sicario 2: Dia del soldado” tiene como premisa principal dejar instalada la continuación, tomando como gancho acaso la veta más interesante del guión: la aparición de un aprendiz de, justamente, sicario en la piel de un pibe de no más de veinte años. Un chico encargado de trasladar a los inmigrantes que poco a poco se reconoce en su salsa venciendo todos los límites de su moral y de su edad. Un sistema que va creando asesinos cada vez peores y en el cual el valor de la vida es prácticamente inexistente. Como producto acabado es innegable su capacidad de atrapar al espectador calcando la técnica e impronta de la primera, incluso logrando sobrevivir a las falencias de construcción de situaciones del guión. Forzada, sí. Entretenida, también.