Oscura metáfora de la realidad, aquello que propone esta nueva entrega de Sicario no es nada más ni nada menos que la espiral de violencia que responde a una construcción del otro en la era Trump.
Carteles en guerra, fronteras débiles, vínculos que se afianzan y dos niños a merced de las balas que terminarán por definirse como los verdaderos protagonistas del relato. Sórdida, por momentos con un regocijo por el dolor y la sangre, su solidez narrativa potencian una trama ideológicamente cuestionable.