Las contradicciones por (no) hacer lo correcto
Después de las aclamadas Prisoners y Enemy (ambas de 2013), el director Denis Villeneuve apostó fuerte por un thriller que plantea la difícil situación fronteriza entre México y Estados Unidos. Tras ser reclutada por Matt Graver (Josh Brolin) para enfrentar a las principales redes del narcotráfico, Kate Macer (Emely Blunt) comienza a replantearse los principios y valores que la propia organización promueve cuando se sobrepasan los límites de aquellos que no respetan ninguna ley. La participación de su enigmático nuevo compañero Alejandro (Benicio Del Toro), hacen dudar a Macer sobre su visión y papel en esta misión.
Sicario es el reflejo de una realidad paralela que la mayoría no ve. La guerra interna entre los aparatos secretos, norteamericanos como de la CIA, para contrarrestar el tráfico de drogas al precio que fuere. En el film recurrentemente aparece el accionar, o modus operandi, de los carteles mexicanos ubicados entre la frontera de un país y otro. En un contexto que sobrepasa las leyes y las normas, la única que es aceptada es la de la violencia, el miedo o los asesinatos. El tráfico de drogas, trata de personas o encargos de homicidios son moneda corriente en la Ciudad de Juárez. Allí, la línea entre el bien y el mal, lo aceptado moralmente y humano es muy difusa. En el modo de actuar, la diferencia entre federales y traficantes recae únicamente en la portación de placas y uniformes. Las Black Ops (operaciones especiales secretas) encabezadas por Graver, siguen una única regla: terminar con el objetivo, sin limitarse en las consecuencias. La justicia, derechos ciudadanos y civiles hacen eco por su ausencia en la zona más oscura y siniestra de la Ciudad de Juárez.
Entre medio de esa encrucijada aparece la agente del FBI Kate Macer. En ella, reside el único faro moral de lo que realmente ocurre, con las contradicciones internas que llevan a replantearse si está del lado correcto de la ecuación. El derrumbe ético y moral de la protagonista sucede a medida que va socavando más profundo en las raíces de Juárez y sus ciudadanos, sean compañeros o traficantes. Blunt brilla, mientras su personaje oscila entre las agallas por seguir al frente, y la vulnerabilidad de ver a su mundo ético-moral de rodillas y al revés, donde el modo de justicia se realiza a mano propia.
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En la brillante interpretación de Benicio del Toro encontramos la esencia del film. Su personaje esconde una personalidad tan introspectiva y compasiva pero por momentos oscura y despiadada, creando un clima incómodo e indescifrable tanto para Macer como para el espectador. Alejandro es la aceptación de ese mundo tal cual como es, teniéndolo como rey, torre y alfil en este juego de ajedrez. “La vacuna para terminar con tal mal”, como según el mismo vocifera en la mitad del film. Es el dilema ético entre los valores y seguridad: ¿Qué precio es aceptable para brindar seguridad?.
Si hablamos de Denis Villeneuve, hablamos de palabras mayores en cuanto a la fotografía y dirección de arte. Con planos panorámicos impactantes de la propia Ciudad de Juárez, como también momentos donde se utilizó a Albuquerque, Nuevo México; El paso, Texas; y en Veracruz, México. Un deleite visual gracias a la participación de Roger Deakins (11 veces nominado al Oscar) y el director de arte Patrice Vermette (también nominado al premio de la Academia). A pesar de abusar un tanto de estos soberbios paisajes y su inmensidad, el mensaje de Villeneuve es claro: en la amplitud de la nada misma, similar a un desierto, carente de fertilidad y vida, habita la libertad de acción, el libertinaje donde no existen leyes ni normas que acatar para dar pie a la delincuencia. Estas imágenes, tan abarcativas para el espectador pero un poco distantes, se balancean con momentos íntimos entre los personajes.
Después de un gran trabajo en Prisoners, el director dejó en las manos de Jóhann Jóhannsson la banda de sonido. Acompañados de un conciso montaje en cuanto al emparejamiento con la dirección de arte y la marca intacta del director, la música en Sicario da pie a grandes escenas de tensión, suspenso y clímax total entre secuencias de acción o diálogos muy breves pero efectivos entre los protagonistas. Lo bueno, lo esencial de Sicario es hacer sentir al espectador que está allí junto a los protagonistas, entre los quiebres ideológicos de Kate y la difícil personalidad de Alejandro, que varía de un compañero compasivo a un asesino senil a sangre fría en cuestión de segundos. El punto más flojo (si hay que encontrarle uno) recae en el guión, a cargo de Taylor Sheridan. Una estructura lineal, sin demasiados sobresaltos y predecible (algo distinto a lo que acostumbra Villeneuve). Sin la mano diferente de su director y equipo creativo, quienes imponen una estética inusual y hasta reconocida, estaríamos frente a otra película sobre el narcotráfico y la violencia interamericana.
Sicario se destaca entre los films de esta temática gracias al enfoque de su director, que logró marcar una estética e identidad en sus películas. Con pocos puntos de sutura a corregir, Sicario cumple y se codea entre los grandes estrenos de la temporada 2015/2016.