Sicario

Crítica de Enrique D. Fernández - A Sala Llena

Contra el enemigo.

Sabemos que el tratamiento administrado por aquellas producciones cinematográficas destinadas a fomentar la política de los servicios de inteligencia estadounidenses consiste primordialmente en suministrarnos entretenimiento. Este conformismo intenta desviarse de los cuestionamientos respecto a la burocracia que intercepta a terroristas internacionales y criminales poderosos, con mecanismos que atentan el bienestar para preservar la seguridad nacional. La propuesta de Sicario es relativa a estos procedimientos industriales debido a su impronta de violencia mainstream, aunque su desarrollo consigue aprovechar los rasgos de estilo de su realizador para redondear un trabajo inteligente e incluso atrapante.

A Denis Villeneuve se lo conoce por sus narraciones intrincadas con personalidades sometidas a situaciones desconcertantes (desde la aclamada Incendies que el autor atraviesa este modelo). Los componentes del canadiense se instalan en ambientes donde deambulan conductas que permiten la revelación de una identidad siniestra (tómese como ejemplo La Sospecha, donde su profundo dramatismo reflejaba la desintegración de la moral americana mediante un creyente religioso que terminaba recurriendo a la tortura como recurso). En Sicario el director prefiere trabajar estas cuestiones a través de una operación clandestina que penetra la frontera mexicana, basándose en influencias gubernamentales para desmantelar un circuito de narcotraficantes.

El recorrido acompaña a Kate Macer (Emily Blunt), una agente del FBI especialista en secuestros, que es reclutada por Matt Graver (Josh Brolin), un asesor del departamento de defensa, para integrar una organización que persigue a los líderes importantes de los carteles. Durante el operativo Kate presencia desconcertada las metodologías de Graver, además de sospechar sobre la verdadera identidad de su compañero Alejandro (Benicio Del Toro). El proceso en conjunto va tejiendo una conspiración encubierta de la que se desprenden diferentes entidades, revelando un clientelismo conectado a sectores corruptos y poniendo en discusión sus maniobras (negociar con inmigrantes involucrados y contratar a mercenarios para llevar a cabo las misiones).

Nuevamente comprobamos que Villeneuve sabe conseguir secuencias impresionantes desde sus aportes visuales (el allanamiento de apertura, el tiroteo durante la intercepción, la emboscada dentro del túnel, el enfrentamiento del desenlace) y sostener un desarrollo de las tensiones como nadie. También sobresale el territorio que dimensiona la estremecedora fotografía de Roger Deakins, un libreto consistente a manos de Taylor Sheridan y una personificación sublime por parte de Benicio Del Toro.

El discurso de la película atraviesa las gestiones invasivas de los norteamericanos para terminar con quienes son considerados como sus enemigos, aunque los procedimientos son contrastados por las decisiones de sus protagonistas. Como resultado notamos que los ribetes ideológicos del argumento terminan delineando una atmósfera pesimista, antes que un consentimiento de las actividades cometidas. La postura barajada en Sicario solo atestigua la desaparición del puritanismo como modelo, mientras se encarga de retratarnos un paisaje devastador.