Thriller con bravura
El nuevo filme del director de “Incendies” se centra en la lucha contra los narcos, con Benicio Del Toro y Emily Blunt.
El ambiente de Sicario es vastamente conocido para la ficción cinematográfica, de Traffic a Sin lugar para los débiles: la frontera de los Estados Unidos con México, y la ciudad de Juárez. Esta lucha entre agencias del gobierno de los Estados Unidos y el Cartel de Sonora -por la superficie, porque se verá que las raíces del asunto llegan mucho más profundo- es seguida desde los ojos de Kate Macer (Emily Blunt). Agente del FBI, en la escena que abre el filme irrumpe con su escuadrón en la casa de un narco, dentro de cuyas paredes hay decenas de víctimas que tuvieron una horrenda muerte. El efecto será devastador.
A partir de allí, le ofrecen integrar un grupo de elite que llegue hasta el cerebro del Cartel de Sonora. Ella, que parece fría, decidida, aceptará porque desea vengar las muertes de dos de sus compañeros. Así se involucrará en una pelea desigual -también se irá viendo por qué- al lado de Matt (Josh Brolin) y Alejandro (Benicio Del Toro). No tiene en claro para qué agencia trabajan ni quiénes son, y medio en ayunas participará de este combate con más vueltas que una oreja.
Denis Villeneuve tiene una predilección por colocar a sus personajes ante dilemas morales. También, por mostrar los efectos de la violencia más que regodearse en la violencia en sí misma. Kate, y algún otro personaje, se emparenta con Keller (Hugh Jackman) en La sospecha (2013), el padre que hacía cualquier cosa por encontrar al responsable del secuestro de su hijita.
Dentro de los muchos puntos a favor que tiene Sicario, además de la bravura con que está narrada, el manejo de la tensión y el suspenso que tiene Villeneuve, se suma que, como dirá Alejandro, aquí no hay buenos ni malos, sino lobos que puedan sobrevivir.
Y para los ojos atentos y quienes quieran leer entrelíneas, está más que latente cómo la CIA se enfrenta a los carteles, pero también se nutre de ellos para sus actividades ilegales. En ese sentido, Sicario se asemeja a La noche más oscura, donde Kathryn Bigelow mostraba las atrocidades de los estadounidenses tras la búsqueda de Bin Laden... con otro personaje femenino como protagonista.
Es que Emily Blunt tiene el papel que Jessica Chastain jugaba en La noche… Entre la ingenuidad y la valentía, más que heroína será víctima y testigo de atrocidades y brutalidades, de acciones ilegales. ¿Se atreverá a denunciarlo? Ya se habla de una secuela.
Blunt está, aunque parezca imposible, afeada. Cabello sucio, recogido, cejas sin depilar, Kate es útil para el director, pero el personaje también sirve a los intereses de quienes la llevan al frente, al territorio mexicano.
La historia se recorta allí, en esa frontera entre los Estados Unidos y México, y la labor del maestro de la iluminación Roger Deakins (una docena de nominaciones al Oscar, director de fotografía de los Coen, y de Skyfall, y Sin lugar…), que es un exquisito a la hora de retratar espacios abiertos. Blunt y Del Toro, que cuanto más oculta y menos habla logra que Alejandro sea más intrigante y atrape al espectador, son las dos caras del filme, con un Brolin tal vez estereotipado.
Curioso, porque Sicario elude muchos clisés del filme narco, y aunque tenga situaciones poco creíbles casi al arribar al desenlace, tiene una encomiable potencia en narrar con imágenes y pocas palabras.