Para aquellos que vivimos en carne propia las consecuencias y el deterioro que conlleva una enfermedad como el Alzheimer, “Siempre Alice” (Still Alice, 2014) resulta tan vacía e indiferente que, si no fuera por la correcta actuación de Julianne Moore, podría tranquilamente haber sido una lacrimógena película para TV, de esas que presenta Virginia Lago.
La querida pelirroja se llevó la estatuilla dorada a casa por esta actuación, bastante alejada de lo mejor de su carrera, pero apegada a la fórmula de qué las historias reales y las enfermedades aseguran más premios que cualquier otra cosa.
La dupla de directores y guionistas Richard Glatzer y Wash Westmoreland –responsables de cosas más interesantes como “Quinceañera” (2006)- no logran ningún mérito artístico con la adaptación de la novela homónima de la escritora Lisa Genova, publicada en el 2007 y considerada todo un bestseller, más allá de la sobriedad con la que tratan un tema que fácilmente podría ser el blanco de una infinidad de golpes bajos.
Pero hasta ahí llega lo atrayente de esta película, al menos que sean de esos gustosos de ir a moquear al cine con este tipo de historias sobre “enfermedades”. Acá no se habla de avances en la medicina, ni se muestra el lado más escabroso de este padecimiento, sólo la lucha de una mujer que comienza a detectar los síntomas a una edad muy temprana, sin poder hacer absolutamente nada al respecto.
Alice Howland (Moore) es una afamada profesora de lingüística, activa e inteligente, una esposa amorosa y una madre dedicada para sus hijos ya mayorcitos. Pronto descubre que padece de una forma muy compleja y hereditaria de Alzheimer lo que pone patas para arriba su vida, su familia y su trabajo.
La reacción de su esposo John (Alec Baldwin) y las de sus hijos Anna (Kate Bosworth), Tom (Hunter Parrish) y Lydia (Kristen Stewart) son tan variadas como sus personalidades –un conjunto de clichés ya establecidos por cualquier otro drama familiar-, pero la más certera, humana y conmovedora, sí se quiere, resulta ser la de su hija menor, y la más conflictiva obviamente, que no decide tratarla de forma diferente a cómo lo venía haciendo, todo un hallazgo por parte de Stewart que, acá, demuestra que tiene más de dos expresiones dramáticas.
Todo se resume a cómo la protagonista decide afrontar su inevitable destino, donde lo más importante es no perder la identidad y perderse a sí mismo, ni ser una carga para los otros. Olvidarse unas palabras, algún nombre o la cara de un ser querido es terrible, pero Alice demuestra que lo peor sigue siendo no reconocer a esa mujer que le devuelve la mirada en el espejo, sus logros, los buenos y los malos momentos, eso que, en definitiva, nos distingue del resto de los animales y nos convierte en lo que somos: seres humanos pensantes y emocionales.
Hay películas más atractivas con esta enfermedad de fondo como “Lejos de Ella” (Away from Her, 2006) o que se meten con temas más jodidos como la calidad de vida (y de la muerte) como “Mar Adentro” (2004), incluso con un toque de humor como "Las Invasiones Bárvaras" (Les invasions barbares, 2003), pero “Siempre Alice” no tiene ese peso dramático y termina siendo una anécdota sobre un aspecto de la vida de esta mujer increíble con algunos toques didácticos para los que no saben de que se trata esta enfermedad degenerativa. Al final, nada de lo que ocurre en la pantalla puede captar la esencia ni conmover de la misma forma que un pariente que no recuerdo tu cara.