Alice es una mujer que parece haber alcanzado un momento ideal en la vida; con tres hijos adultos, cuyas vidas estás relativamente encaminadas, un esposo que la acompaña en una agradable intimidad y una carrera exitosa como profesora de lingüística, sus 50 años la encuentran radiante y plena.
Y entonces, comienza un lento y muy consciente proceso en el que lo pierde todo en manos de un tipo muy raro de Alzheimer que, en un período de entre dos y cinco años, deteriora su cerebro al punto de olvidar las palabras y sus significados. Alice, que “siempre estuvo definida por su intelecto”, palpa los hilos de recuerdos que se van deshaciendo y gastando como el cabo de una soga que se desarma en su cabeza. No hay modo de volver a unirlos, ni de recuperarlos.
No es posible vivir en el presente sin saber quiénes fuimos o cómo llegamos al día de hoy, porque la memoria nos define como personas y, de un modo u otro, moldea el futuro. Al olvidar su pasado, Alice se detiene en el tiempo para siempre, en una especie de limbo en el que los recuerdos le llegan de lugares muy lejanos y desconectados, aislados de la realidad.
Julianne Moore ha hecho películas en las que perdió las ganas de vivir (Las Horas), a su hijo (Misteriosa Obsesión) y a su marido en manos de otra (Chloe), pero esta vez lleva el acto de perder a un nuevo nivel. La plena consciencia y el tezón con el que lucha para no abandonarse a sí misma, la resignación y la dureza de una mujer acostumbrada al trabajo duro y a cuidarse sola, se reflejan en cada gesticulación del rostro y con el cuerpo. Junto a los directores Richard Glatzer y Wash Westmoreland, construye una persona y una historia que se auto destruyen en un proceso tan abrupto como profundo.
De más está decir que el Oscar que Moore recibió en la última edición de los premios por este papel estuvo merecidísimo, aunque sus compañeros de reparto no la hayan acompañado tan efectivamente con sus interpretaciones: Alec Baldwin está en el rol de marido amoroso y demasiado dedicado a su trabajo que ya ha hecho tantas veces, Kristen Stewart es una hija rebelde que no cumple el deseo de los padres de ir a la universidad, y completan el cuadro Kate Bosworth y Hunter Parrish, también en papel de hijos. Es posible, sin embargo, que estas elecciones no fueran casuales a la hora de pensar en personajes que realmente se vieran perdidos y no supieran bien cómo manejar ni acompañar el avance de un enemigo tan silencioso e inasible como una enfermedad mental – y vale destacar la incomodidad y torpeza con la que Stewart suele mostrarse, tanto dentro como fuera de la pantalla.
Siempre Alice es una película que habla sobre la importancia de los recuerdos como anclas, como conexión con nosotros mismos y nuestro entorno, y muestra cómo la falta de historia nos deja a la deriva. Detenidos.
Still.