Un trabajo íntegro y memorable de Julianne Moore
Su labor protagónica en “Siempre Alice” le deparó el primer Oscar de su extensa y fructífera trayectoria.
Emotiva en profundidad, felizmente piadosa y absolutamente necesaria.
Siempre Alice es un trabajo que reivindica a las personas que padecen el Mal de Alzheimer y recuerda, a través de su testimonio, que nadie está exento de caer en suerte en tan cruel enfermedad.
La película se inspira en la novela de la escritora Lisa Genova, publicada en el 2007 y considerada un best-seller.
Fue dirigida por Wash Westmoreland y Richard Glatzer, que condujeron a Julianne Moore por el tránsito de Alice, una reconocida profesora de lingüística de la Universidad de Columbia diagnosticada con un tipo genético y prematuro del mal.
"Desearía tener cáncer --asegura la protagonista con un dejo de rabia--. Lo digo en serio; al menos no sentiría. Por la gente con cáncer se usan listones, se va a caminatas, se junta dinero, pero no te tienes que sentir como un... No puedo recordar la palabra...", añade en un breve monólogo que introduce al calvario que seres humanos con padecimientos graves e inhabilitantes sufren en lo cotidiano, en sociedades intelectualmente avanzadas, pero poco sensibles al sentimiento prójimo.
En carne propia
Habrá que comprender que la sensibilidad con que fue tratado el tema no es casual. Richard Glazer, fallecido el pasado miércoles como consecuencia del ELA (esclerosis lateral amiotrófica) decidió la realización de esta última película después de que le fuera diagnosticado en 2011.
Lo hizo con un iPad y una aplicación que locutaba sus textos, y compartió esta tarea con su pareja sentimental. Ambos llegaron a ver juntos el éxito del filme frente a la consideración pública y de la crítica.
La labor de Glatzer y Westmoreland es notoria también sobre los intérpretes secundarios: Alec Baldwin como John, el marido de Alice; Kristen Stewart --quien sacó a relucir su talento como su hija Lydia--, Kate Bosworth y Hunter Parrish como Anna y Tom, respectivamente.
Abordan personalidades muy diversas entre sí, con maneras particulares de mirar la vida y afrontar las consecuencias que esta forma hereditaria del mal puede producir en su vida actual y futura.
Claro que, para bien del entramado, se eligió un grupo humano de extracción socioeconómica y cultural ideales, que no generan conflictos extras --desconocimiento, falta de recursos, abandono...-- a los planteados por el hecho mismo de la enfermedad.
Pero aun en las condiciones expuestas, el dolor del enfermo, su pérdida y la de los suyos se retratan con una crudeza que mantiene la dignidad que el tema merece y una honestidad que no puede menos que conmover.