Melodrama gana al drama.
Julianne Moore es responsable del 99% del éxito de la película, por su valiosa y feroz interpretación.
Julianne Moore -y es imperativo y hasta casi imposible no hablar de la intérprete antes que del personaje- no es de las actrices que se repitan. Como Meryl Streep, como Cate Blanchett y un puñado más puede hacer creíble el papel que sea, en las circunstancias que sean y bajo la dirección del que le toque en turno.
Estamos hablando de la actriz de Boogie Nights, Lejos del paraíso, Las horas, El ocaso de un amor, Magnolia, Mi familia, Ciudad de ángeles, Niños del hombre y Polvo de estrellas: todos personajes disímiles y a los que Moore (54) supo desde su interpretación darles un cuerpo, y no una macchietta.
Teniendo en consideración que a su Alice de Siempre Alice le diagnostican un extraño y prematuro Alzheimer, ya sabemos a los que nos podíamos enfrentar si otra hubiera sido la encargada de personificarla.
Moore es todo fiereza cuando siente que el personaje está por perder, pero también delicadeza, entereza y desprotección. El hecho de que Alice sea una lingüista famosa puede hacer pasar como que la enfermedad tenga ribetes aún más trágicos. Pero el Mal de Alzheimer es terrible con cualquier ser humano.
El matrimonio de directores Richard Glatzer y Wash Westmoreland -casados en la vida real- se centra en Alice. El libro en que se basa el filme fue escrito por una neurocientífica, Lisa Genova, y ellos deciden ver cómo la sorpresa afecta a la familia directa de la protagonista, pero siempre quedándose con Alice en primer plano.
Esa familia tiene un casting ecléctico. Alice está casada con un biólogo (Alec Baldwin, que está muy bien y cambiando el rol de seductor que ya lo tenía gastado -a él y a todos-), y tiene tres hijos ya adultos, interpretados por Kate Bosworth (desperdiciada por completo como la hermana mayor, llena de clisés), Hunter Parrish y una Kristen Stewart que repite mohínes acostumbrados, pero que da bien, en definitiva, para ser la hija más próxima a su madre, aunque vivan a la distancia primero.
Por fortuna, la película plantea cómo cada miembro del círculo cercano se preocupa y aproxima a Alice y su problemática, pero después, deciden, ante el imparable deterioro de la enfermedad, seguir con sus vidas. Y si se les plantean oportunidades, allá van.
La película no juzga, cuestiona ni levanta el dedito. Hay ciertas diferencias con Iris (2001) con Judi Dench, que se concentraba también en la enfermedad, pero de la escritora Iris Murdoch. Y al estar Alice el 99 % en pantalla, lo que buscan los realizadores -la empatía- es difícil no lograrlo, más con la actuación de Moore.
Que el filme se vuelque del drama hacia el melodrama puede gustar más o menos (mucho menos), pero Siempre Alice busca la emoción del espectador, y la consigue.