Ceremonia familiar
En una calle de Bucarest en pleno día, un hombre descarga equipaje de su auto y entra, junto a una mujer, a una casa. La ubicación en la que ha dejado su vehículo obstruye el único espacio disponible para circular. La calle está en reparación. Una camioneta se acerca y, al no poder pasar por ahí, empieza a tocar la bocina con insistencia. El hombre y la mujer salen de la casa. Él entra en el auto y lo mueve. Cuando avanza, otro vehículo estacionado justo adelante sale y el tránsito se vuelve a interrumpir. Luego el hombre busca un nuevo lugar para estacionar. La mujer lo espera junto a una niña. El fastidio es notorio. Transcurren varios minutos hasta que el autoaparece y estaciona. El hombre baja y dialoga con la mujer. Más bien discuten, hasta que deciden irse.
La primera escena de Sieranevada (2016), la notable última película del director rumano Cristi Puiu –La muerte del señor Lazarescu, Aurora- mostrará con suma puntualidad la marca indesmentible de su estilo. Un extenso plano secuencia de alrededor de siete minutos exhibirá, a cierta distancia, el movimiento impreciso de los personajes. La cámara permanecerá la mayor parte del tiempo estática. Tan solo se moverá alternativamente hacia los costados. El procedimiento se repetirá durante toda la película. El acontecer errático y dificultoso que la escena insinúa se extenderá, a su vez, durante la reunión familiar hacia la cual se dirigen Lary (Mimi Branescu) y su mujer. El film del director rumano tratará sobre eso: la puesta en acto del encuentro de una familia. Encuentro que expondrá, durante su largo despliegue, la intimidad de su funcionamiento y los secretos que esconde.
El padre de Lary ha fallecido hace poco y la madre ha organizado un almuerzo en su homenaje, como ceremonia de despedida. Será su casa el epicentro narrativo del film de Puiu. La acción dramática sucederá mayormente allí. Una serie de situaciones que obedecerán a las circunstancias propias del evento familiar: la llegada de los comensales, los preparativos de la comida, los encuentros ocasionales entre integrantes de la familia. La cámara registrará el tránsito de un hogar en continuo movimiento. Por momentos, se situará de forma estratégica en el hall donde desembocan las habitaciones, el living, la cocina: puntos circunstanciales de confluencia. La apropiación cinematográfica del espacio será rigurosa y perfecta. Los personajes se desplazarán de un lado a otro y mantendrán entre sí conversas y discusiones.
La conversación será en esta película una constante. Los personajes discurrirán sobre distintos temas, pero fundamentalmente sobre política. Es manifiesta y conocida la predilección del cine rumano contemporáneo por la disquisición política, por la necesidad de pensar críticamente el presente y el pasado de su propio país. En una escena formidable que transcurre en la cocina, entre los vapores de la cocción del almuerzo, la tía de Lary y su hermana discutirán con intensidad sobre el pasado reciente de Rumania, acerca de la realidad social durante el régimen de Nicolae Ceausescu. La defensa del Estado comunista por parte de la anciana –cautivada bajo los efectos del alcohol- entrará en colisión con la mirada conservadora y religiosa de la mujer.
El comienzo del almuerzo se verá interrumpido por la emergencia de imprevistos y conflictos entre familiares. Lary buscará con paciencia y aplomo apagar distintos focos problemáticos, hasta que se encontrará él mismo afectado por lo que sucede a su alrededor. Ciertos secretos e intrigas atentarán contra la necesidad imperiosa de sentarse a comer. La espera se extenderá hasta el anochecer. “Esperemos, ¿qué podemos hacer?”, expresará entre risas el protagonista. El tiempo muerto de la espera será sostenido por extensos diálogos. La capacidad e inventiva de Puiu para establecer a partir de la conversación el vínculo familiar será notable.
En ningún momento de sus casi tres horas de duración, el film de Puiu caerá en la tentación del melodrama. Las miserias familiares serán expuestas a partir de escenas que terminarán por evidenciar su condición absurda. Después de todo, ellos mismos no podrán disimular la risa que les provoca la exposición de los trapos sucios que subyacen tras el quehacer dinámico de una gran ceremonia.