Lo público y lo privado
La nueva película de Cristi Puiu narra casi en tiempo real una reunión familiar evitando el costumbrismo con una puesta en escena precisa y delicada.
La primera toma de Sieranevada es un largo plano secuencia de seis minutos en el que vemos, en resumen, a una pareja dejando a su hija al cuidado de una señora mayor. La escena es larga pero no por un afán contemplativo: pasan muchas cosas, aunque pequeñas. El hombre deja el auto mal estacionado y entra con su mujer unas bolsas a la casa. Después aparece un camión de correo y empieza a tocar bocina. La pareja sale de la casa. El hombre se sube al auto para moverlo, la mujer saca otras bolsas. Se da cuenta de que se olvidó algo, persigue brevemente al auto que ya arrancó. El auto frena. Ella agarra lo que faltaba, vuelve para la casa y se encuentra con la nena, que salió sola. Ella la reta y vuelven juntas a la puerta a esperar a que vuelva el hombre, que está dando la vuelta a la manzana. Durante la espera, sale de la casa la señora mayor con un cochecito. Discute con la mujer. Cuando vuelve el hombre con el auto, sale, tiene una breve discusión con la mujer. Luego se suben al auto, la nena se queda con la señora mayor, y el auto arranca en dirección opuesta.
Todo esto lo vemos desde la vereda de enfrente, en donde está ubicada la cámara, que apenas se mueve en paneos leves a izquierda o a derecha para seguir la situación y elegir dónde poner el foco. No hay música, solo el sonido ambiente de una calle bastante ruidosa. Los diálogos se oyen muy de fondo, y acá nos juega en contra nuestra ignorancia total del rumano y los subtítulos que de alguna manera subrayan innecesariamente los fragmentos más audibles.
Como sucede con las grandes películas, o al menos con aquellas cuyos directores tiene una propuesta estética concreta, en esa primera escena están las claves de lo que veremos después: una historia cotidiana y familiar narrada sin pirotecnia visual pero con una puesta que logra escapar sutilmente al costumbrismo.
Lo que sí se incorpora después de esa escena -y de la secuencia de títulos- son dos cosas: por un lado, los diálogos en primer plano, que serán en definitiva el motor de la historia; por el otro, los elementos de la vida pública, indisolubles de la privada. Así, una ceremonia para despedir al padre que acaba de morir resulta el escenario de pequeñas batallas personales relacionadas con la biografía familiar, pero también discusiones políticas acerca del comunismo, el 11-S y hasta el atentado a la revista Charlie Hebdo.
El director Cristi Puiu es uno de los responsables del llamado Nuevo Cine Rumano luego de su irrupción en Cannes en 2005 con La noche del señor Lazarescu, junto con Cristian Mungiu (4 meses, 3 semanas, 2 días), Radu Muntean (Aquel martes después de Navidad) y Corneliu Porumboiu (Bucarest 12:08). Pero a la película que más me hizo acordar Sieranevada es a otra más lateral: Ilegitim, de Adrian Sitaru, que participó del BAFICI el año pasado. En definitiva, la vida íntima de una familia atravesada por la historia política de Rumania.