Otro pretencioso film del nuevo cine rumano
Bucarest. El pater familias murió hace 40 días. Ahora los familiares y amigos se juntan en el departamento de la abuela, para una cena conmemorativa. Mientras esperan la llegada del pope que ha de bendecir los alimentos, la gente cocina, divaga, discute, recrimina, en fin, digamos que hay varias charlas poco agradables. Y el hombre se demora. Mediante ese esquema dramático, el director Cristi Puiu ensaya una representación de la sociedad rumana con sus varias divisiones políticas, sociales, generacionales, etcétera, desde la vieja tía que añora sus tiempos de militancia en el Partido, hasta la jovencita borracha que a nadie le importa. Varios estamentos figuran representados, y casi todos tienen la palabra. Como una suerte de testigo involuntario, la cámara los va registrando, según alguien se detenga frente a ella, u olvide cerrar alguna puerta. Ese otro ensayo, el de la puesta en escena con una docena larga de intérpretes de cara larga moviéndose y hablando en forma bien coordinada a lo largo de 173 (ciento setenta y tres) minutos en largos planos secuencia cuidadosamente organizados e hilvanados, es algo que sorprende a los conocedores de cine. Para eso hay que tener una mano especial. El problema es que también debe tener un público especial, amante del llamado Nuevo Cine Rumano, su malhumor minimalista y sus agobiantes larguras. Cierto que ya la primera de Cristi Puiu, "La noche del señor Lazarescu", duraba 153 minutos. Pero esa angustiosa descripción del via crucis de un moribundo sin hospital que lo reciba tenía nervio verdadero. Y menos pretensiones.