Siempre hay un aspirante a Tarantino y, en esta ocasión, tenemos a Martin McDonagh. El tipo dirigió Escondidos en Brujas - una comedia negra sobre un par de torpes asesinos a sueldo a los que les sale mal un trabajo y que terminan siendo perseguidos por su jefe para liquidarlos -, la cual estaba ok pero tampoco era guau. Algo similar ocurre con Siete Sicópatas, la cual arranca muy bien, y nunca termina por cumplir lo prometido. Como Pulp Fiction, aquí hay mafiosos, razonamientos bizarros, personajes amorales, persecuciones, y momentos de soberana ridiculez que culminan con un reguero de cadáveres. El problema es que con todos esos condimentos Siete Sicópatas debería ser mejor de lo que es. Quizás el punto sea que a la trama le sobran sicópatas, ya que termina enredándose con ellos. Hay demasiados personajes apenas desarrollados y, para colmo, el protagonista es el menos interesante de ellos. Gracias a Dios tenemos a Christopher Walken, el cual se encarga de inyectarle gracia a todo el asunto y, de ese modo, obviar los problemas del guión.
En realidad toda la historia viene onda de metaficción. Hay un escritor bloqueado, el cual sólo tiene el título de la novela - los dichosos Siete Sicópatas -, pero que no logra avanzar de la primera frase. El tipo no es precisamente un ejemplo, ya que le gusta empinar el codo y decir / hacer disparates, amén de tener su cuota de ideas raras - por ejemplo, hacer un policial ultrasangriento, pero pacifista y con mensaje (wtf!!) - . El quía está rodeado por un grupo de dementes, ya sea el bizarro Billy - que insulta todo lo que camina, roba perros de raza para vivir de las recompensas que obtiene al devolverlos, y se intoxica de mil maneras diferentes - o el extraño Hans, el cual tiene una visión bastante extraña de la vida y utiliza siempre un pañuelo al cuello por razones innombrables. En el medio hay un asesino serial de criminales llamado Jack de Diamantes, un loquito (Tom Waits) que se contacta con Colin Farrell para contarle cómo se convirtió en un vigilante, varias relatos que aporta Sam Rockwell como para que Farrell termine de inspirarse y arranque la novela, y un mafioso malísimo (Woody Harrelson) al que las cosas no siempre le salen como corresponde. Considerando el perfil de los personajes y el calibre de los actores, resulta increíble ver cómo Siete Sicópatas nunca termina por despegar. Uno se pasa esperando que la historia explote en algún momento... pero el mismo nunca llega. Al menos Walken tiene su cuota de salidas graciosas, amén de proveer el personaje mejor desarrollado de la historia; pero el protagonista es aburrido y, para colmo, el filme se empantana en la segunda hora cuando el trío de personajes principales se va al desierto... y sólo hay charlatanería fútil.
Quizás una de las causas por las cuales no funciona Siete Sicópatas es que intenta respetar a rajatabla la disparatada metaficción que ha creado. Esto es, los delirios que escribe Farrell no son más que versiones adornadas de todo lo que le está pasando y de los personajes que lo rodean, amén de que hay fragmentos en donde su historia anticipa lo que realmente va a pasar en cuestión de minutos en la película - como la travesía al desierto, el héroe no violento, y la pausa en medio toda la matanza para filosofar sobre el sentido de la vida -; pero ninguno de esos vericuetos narrativos termina por resultar interesante. Lo único que tenemos es un grupo de locos charlatanes que ocasionalmente explotan en ráfagas de violencia y que, de vez en cuando, disparan algún bocadillo tibiamente gracioso. Pero la historia en sí es muy desordenada, e incluso el climax llega demasiado temprano y después hay un par de secuencias desprolijas como para intentar darle un cierre a las subtramas abiertas (como la de Tom Waits). Pero, en ningún caso, la solución implementada termina por ser satisfactoria.
Es posible que haya gente a la que le guste Siete Sicópatas; yo le encuentro demasiados problemas a la historia, la cual intenta venderse con una gracia que apenas posee. En todo caso es un pasatiempo medianamente digerible, siempre y cuando uno no se obsesione con los defectos del relato.