De cal y de arena. De Martin McDonagh no solo conocemos Escondidos en Brujas, su anterior película, sino también varias de sus obras teatrales (Pillowman, La reina de belleza de Leenane): en todas estas obras hace gala del uso de elementos de géneros y un gusto específico por la ironía que no siempre llega al nivel de la sátira (y cuando lo hace, no es necesariamente cómica). Es evidente, por cierto, que a McDonagh además le gustan mucho los actores y las palabras, quizás la marca teatral más fuerte en este film. Siete psicópatas está más cerca del manual de estilo que de un cuento: es la historia de un escritor -Colin Farrell- cuyos amigos -Sam Rockwell y Christopher Walken- tienen el raro negocio de robar perros para devolverlos recompensa mediante. El asunto se complica cuando roban el perro de un mafioso -Woody Harrelson. El nombre de los actores ya puede dar una idea de que la bùsqueda aquìe es la de la más pura sátira “piola”, esa donde se mata, se tortura y se revienta diciéndole de reojo al espectador que no se lo crea, que no es cierto, que es una película y que, en el fondo, no tiene importancia. Pero al mismo tiempo, McDonagh y los actores muestran el otro lado de estas criaturas, aquel con el que podemos identificarnos y que nos devuelve, en espejo deformado, nuestro lado más ridìculo. Y ahí sí podemos reírnos y acompañar a estos tipos, aunque a veces lo “piola” se les vaya (demasiado) de las manos.